Museo

Más Goya en la Academia

2 de septiembre de 2013

Horario

  • Martes a domingo de 10:00 a 15:00 horas, incluyendo festivos
  • Lunes cerrado
  • Dias cerrados: 9 de noviembre, 24, 25 y 31 de diciembre de 2013, 1 y 6 de enero de 2014
Don Carlos José Gutiérrez de los Ríos, VII conde de Fernán Núñez, y desde 1817 duque del mismo título, fue educado por el presbítero Andrés Celle, quien alentó su gusto por las artes y las letras. El joven ingresa como académico de honor de San Fernando en 1794, a los quince años de edad, y envía algunos cuadros de su mano a las Juntas académicas. En 1803, ya casado y con veinticuatro años, Fernán Núñez posa para el conocido retrato de Goya que forma pareja con el de la condesa, doña María de la Soledad Vicenta de Solís Lasso de la Vega. Ambos lienzos se conservan hoy en colección particular.

Durante la Guerra de la Independencia Fernán Núñez levanta un regimiento a su costa, pero ha de dejar el mando por enfermedad. El rey Fernando VII eleva su título a ducado, enviándole a Londres en misión diplomática. Fernán Núñez falleció con cuarenta y tres años de edad, en 1822. Doña María de la Soledad, duquesa de Montellano y del Arco, contrajo segundas nupcias unos años más tarde.

Los dos retratos de los condes de Fernán Núñez descuellan dentro de la producción de Goya en el inicio del nuevo siglo, a la vez que muestran cómo la nobleza ha adoptado aficiones y atuendos de carácter popular y marcadamente español. La sobriedad predomina en el retrato del conde, de aristocrática sencillez, sin condecoraciones. Goya utiliza una paleta velazqueña de grises y azules en los fondos de paisaje, que enlazan ambos cuadros entre sí, y sólo el negro para el atuendo de Fernán Núñez: bicornio, capa y botas altas. Es una obra de extraordinario aplomo y energía, uno de los mejores retratos europeos de su tiempo.

Estos conocidos y extraordinarios lienzos del maestro aragonés se suman al reciente depósito del Retrato de General Ricardos, en la Corporación desde el mes de mayo, y enriquecen la importante colección de obras de Goya que conserva el Museo de la Academia.

En la sala se muestran, además, cuatro estampas de la primera edición de los Caprichos (1799) pertenecientes a los fondos de la Calcografía Nacional. Las obras elegidas corresponden al contexto creativo y biográfico de Goya de fin de siglo, cuando estrecha sus relaciones con Fernández de Moratín y pinta algunos de sus más expresivos y personales retratos. Cuatro escenas de género y crítica social encuadran a las efigies de los condes de Fernán Núñez: El sí pronuncian y la mano alargan al primero que llega, ¿Quién más rendido?, Tal para cual y la conocida Volaverunt.

También se presentan, como novedad, documentos del pintor conservados en el Archivo de la Academia, algunos de los cuales nunca habían sido expuestos. Entre ellos, la Carta de Goya dirigida al Viceprotector de la Academia, Bernardo Iriarte, exponiendo su parecer sobre el estudio de las artes, y en particular sobre la enseñanza de la pintura (1792), la Carta del pintor dirigida a José Munárriz, Secretario general de la Academia, comunicándole la terminación del retrato de Fernando VII (1808) o el documento de donación de La Tirana (1816).

Goya estuvo estrechamente vinculado durante su larga vida a la Real Academia, de la que fue miembro desde 1780 y llegó a ocupar el cargo de Teniente de Pintura y más tarde el de Director Honorario. La Corporación conserva un excepcional conjunto de pinturas muy representativo de las distintas etapas del maestro. Las trece pinturas de Goya en el Museo de la Academia quedan encuadradas entre dos de sus autorretratos: el del artista joven ante el caballete, y el de busto, contemporáneo del que conserva el Museo del Prado, con el pintor próximo a cumplir los setenta años.

Su relación personal con miembros ilustres de la cultura de su tiempo quedó plasmada en numerosos retratos, género en el que Goya fue profundamente innovador. La Academia conserva excelentes retratos de tres figuras destacadas y amigos personales del maestro: Leandro Fernández de Moratín, Juan de Villanueva y José Munárriz. A ellos se une el de la gran actriz La Tirana, que refleja el amor del maestro por el teatro. De signo diferente es el retrato ecuestre de Fernando VII, encargo oficial de la Academia, así como el del favorito Manuel Godoy en el apogeo de su poder.

Especialmente significativo es el conjunto de las cinco tablas de pequeño formato: El entierro de la sardina, Procesión de disciplinantes, Corrida de toros, La casa de locos y El Tribunal de la Inquisición. Son obras consideradas como "cuadros de gabinete" en los que Goya dejaba libre curso, en sus propias palabras, "al capricho y la invención".

Doce de estas pinturas llegan a la colección de la Academia en el siglo XIX en diversas fechas y circunstancias (legados testamentarios, donaciones y, en el caso del retrato de Godoy, desde sus propiedades confiscadas). En la segunda mitad del siglo XX la Academia –gracias a la herencia Guitarte– adquirió el espléndido Autorretrato ante el caballete.

Además de la rica colección de pinturas de Goya, la Academia custodia en su Archivo-Biblioteca un importante conjunto de cartas y documentos manuscritos del artista. Por otra parte, el principal tesoro conservado en la Calcografía Nacional son las planchas de cobre grabadas al aguafuerte por Goya [Caprichos, Desastres de la guerra, Tauromaquia y Disparates], obras cumbres de la historia universal del grabado.

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