Academia

La Academia recuerda a Javier Manterola Armisén

17 de junio de 2024

El ingeniero y economista Miguel Aguiló, rindió homenaje, en nombre de la Corporación, a Javier Manterola (Pamplona, 1936 – Madrid, 2024) recordando su figura como ingeniero.

Con un potente Soy ingeniero y hago puentes definía Javier Manterola su vida. Con su oficio, que ejerció con maestría, y su pasión, que alimentó con amor. Con ese gran amor, que nace del conocimiento de aquello que se ama” que citaba de Leonardo 1.

Nacido en Pamplona, siempre hizo gala de su navarra condición. La proclamaba con orgullo, para justificar cualquiera de sus muchas cualidades. Matizaba que no bastaba con haber nacido allí, y era preciso ‘instalarse’ como navarro. Lo hizo jugando al fútbol como juvenil del equipo local y se doctoró corriendo en los Sanfermines.

Eligió estudiar caminos en Madrid, en vez de industriales en Bilbao, e iba y venía desde Pamplona en el expreso de los universitarios. Un tren con parada en Castejón, donde subía su amigo Rafael Moneo, también navarro y corredor en los encierros, que estudiaba arquitectura.

Terminó la carrera en 1962, aunque había empezado a trabajar en prácticas dos años antes, en la oficina técnica de Huarte, donde permaneció otros dos más. Allí diseñó varias estructuras en Pamplona y colaboró en Madrid con el arquitecto Sáenz de Oiza en Torres Blancas, donde también había trabajado Moneo. Años después, volverá a colaborar con Oiza en el Banco de Bilbao de la Castellana, y con Moneo en la estación de Atocha y en el Kursaal.

En 1965 decidió profundizar en las estructuras de hormigón y pasó dos años como investigador en el instituto Eduardo Torroja, donde Julio Martínez Calzón desarrollaba las estructuras mixtas. Allí decidió dedicarse de lleno a los puentes, y entró como diseñador en la oficina técnica que fundaba Carlos Fernández Casado, y como profesor en su cátedra de puentes de la Escuela de Ingenieros de Caminos, que ocupará diez años más tarde.

En 1968 construyó su primer puente en Torré Baró, en el tramo Barcelona-Gerona de la autopista del Mediterráneo, seguido de otros muchos puentes y pasarelas en Madrid, Barcelona, A Coruña, Navarra y Vitoria, que realizó con vigas, y los de León, Sama de Langreo, Rubí, de nuevo Madrid y Vitoria, o el puente sobre el río Piloña en Asturias, que hizo con tirantes y pórticos.

Desde los 1990, continuó con los puentes en arco y celosía, como el puente sobre el Ebro en la Ronda de Zaragoza, la pasarela de Plentzia en Vizcaya, el arco sobre el río Escudo, la celosía del Centenari en Monserrat, o el puente de Osera de Ebro, en homenaje al puente Britannia, con el tren por el interior de una celosía de hormigón, en Zaragoza.

Su primer gran desafío comenzó a finales de los 1970, con el puente de Barrios de Luna, en la autopista A-62. A unos 30 km de León, la autopista hacia Asturias encuentra al río Luna y sigue su curso para progresar aguas arriba, hacia el norte, hasta la presa de Barrios. Allí asciende al nivel del embalse y lo bordea hasta que el río se curva, donde ha de cruzarlo, para enseguida afrontar mediante túneles el paso de la divisoria cantábrica. Es un difícil trazado, a contrapelo de varios cordones montañosos, que precisa muchas obras de fábrica, pero el cruce del embalse es, sin duda, la obra más emblemática de la autopista.

La anchura del embalse exigía un puente atirantado de tres vanos, cuya disposición habitual es de dos altas pilas con abanicos de tirantes a cada lado para sujetar el tablero. El vano central suele doblar la luz de los laterales, cuyo preciso papel es compensar cada uno la mitad de sus cargas, para equilibrarlo.

Decidir el tamaño o luz del vano central entre las escarpadas laderas de un embalse conlleva un dilema: si se acercan las pilas para reducir el vano, hay que cimentar bajo el agua a bastante profundidad, lo que es lento y costoso; pero si se separan más de la cuenta, no caben los vanos laterales.

Javier Manterola lo afrontó con una solución nunca utilizada con esas luces. Se arriesgó a aumentar la luz del vano central por encima de todos los puentes anteriores, y encajó los laterales mediante contrapesos situados bajo la calzada 2. A simple vista, los vanos laterales no compensan el central, por lo que el puente refleja esa tensión que lo caracteriza y hace único.

Acabado el puente, Manterola explicaba que:
para hacer buenos puentes hay que arriesgar, hay que atreverse. Cuando te enfrentas por primera vez con luces superiores a 400 m, y lo máximo que has hecho han sido 100 o 120 m, te entra el canguelo. Pero te pones y llegas. Pasas mucho miedo, duermes muy mal durante mucho tiempo, pero al final llegas y luego el paso siguiente es más fácil.

Pero esa angustia no se debía a su bisoñez o escasa experiencia. Para batir un récord hay que trabajar más allá del límite de lo conocido. Y lo nuevo siempre supone esfuerzo, reclama creación, y requiere arrojo.

Treinta años después, logró otro récord con el vano atirantado del puente sobre la Bahía de Cádiz, el mayor de todos los puentes españoles. Tras meses de reuniones y sucesivos proyectos preliminares, se determinaron las dimensiones definitivas: el vano principal se fijó en 540 m de luz, se añadió un vano desmontable de 150 m; y se aumentó a 70 m la altura libre bajo el puente, cuando lo habitual son 40 m. Todo se construía en la orilla por grandes bloques, que se remolcaban hasta su posición, donde se izaban con unas grúas capaces de levantar unas 400 toneladas.

Allí también lo pasó mal, por las enormes dificultades técnicas y presupuestarias del proyecto y de su construcción. Desde 2008 corrían malos tiempos económicos; las obras tardaron en arrancar y se paraban una y otra vez. Durante cinco años, Manterola hubo de afrontar períodos de gran tensión, alternados con otros de desesperante parálisis, abrumado por los retrasos de los fondos y por lo que faltaba por construir.

Viendo las pilas de 180 m de altura, desde abajo en un barco, el puente resulta tan enorme, que la escala de lo que hay arriba no permite su representación: lo hace inaprehensible y lo acerca a lo sublime. Visto desde lejos, en cambio, se revela como un puente tranquilo, equilibrado, cuyas proporciones se ajustan al tamaño de la lámina de agua. Desemboca con suavidad por el lado de la ciudad, mientras sus altas pilas se codean con los enormes pórticos del astillero de Puerto Real en la otra orilla de la bahía.

Entre esos dos récords de luz, Manterola construyó puentes memorables por toda España. En cada uno de ellos, aportó numerosas innovaciones, tanto en el ámbito global de lo tecnológico, como en el local de su actuación. Y, con sus obras, revolucionó por completo el arte de construir puentes.

Una de sus grandes aportaciones es la introducción de los puentes en planta curva, hasta entonces poco o nada utilizados, cuando no denigrados. El descrédito de la curva comenzó a finales de los 1920, cuando algunos teóricos del movimiento moderno rechazaron las calles en curva, como una degradación de los rectilíneos trazados utilizados por Haussmann en París. Y acusaron al urbanista Camillo Sitte de arbitrario, por haber restaurado la gloria de la línea curva y la defensa de su belleza, en su libro El arte de construir ciudades de 1917 3.

Unos años después y con escaso acierto, Le Corbusier sentenció que, “la calle curva es consecuencia de la arbitrariedad, de la desgana, de la blandura; es ruinosa, difícil y peligrosa. Mientras la ciudad moderna exige la recta, que es una reacción, una actuación, el efecto del dominio sobre sí mismo. Es sana y noble” 4.

Manterola no se molestó en teorizar y achacó su desuso a la dificultad de definirla y de calcular las torsiones. Pero intuyó las posibilidades expresivas de los puentes curvos, decidió investigarlos y le bastaron tres obras para revolucionar el arte de construir puentes. Afirmaba que “el dominio de la torsión abrió las puertas del diseño moderno de los puentes” 5. Lo veía como una dificultad a superar, que abría nuevas posibilidades, tanto estéticas como de diseño estructural. Decía que la recta es simple y no requiere pensar, pero la curva es más intencional y alienta lo expresivo.

Con ella se podía dar variedad a la sucesión de vistas durante el recorrido, aprovechar la asimetría del borde interior y exterior para enriquecer la planta, o abrazar un puente antiguo con un puente curvo por cada lado. En vez de limitarse a aceptar los vanos y accesos impuestos en el encargo, propuso nuevos trazados curvos para mejorar su encaje local.

Desde 1992, construyó hasta trece puentes curvos con tirantes, vigas o arcos, como los de El Pilar en Zaragoza, las Ventas y la pasarela del Manzanares en Madrid, el puente sobre el Ebro en Logroño, el de García Sola en Badajoz, el puente sobre el Guadalentín en Lorca, el de Galindo en Vizcaya y el puente de Endarlatsa en Guipúzcoa 6. Mencionaré algunos detalles de otros tres, para dar una idea de su riqueza formal.

El primero surgió de un desafío que se impuso a sí mismo en el puente de Euskalduna de 1998, donde logró cambiar el trazado inicial. Éste consistía en una línea recta desde la plaza de los Sagrados Corazones de Bilbao, que cruzaba el Nervión y se adentraba por una calle estrecha de la otra orilla, a la altura del tercer piso de las viviendas. En su lugar, propuso una suave curva continua a nivel intermedio, que descendía pasado el río hasta una glorieta situada aguas abajo, con lo que evitaba entrar entre las casas del barrio de la margen derecha.

Luego, integró la asimetría de la curva en la sección transversal, colocando los vehículos en el interior y la acera de los peatones al exterior, y los separó con una celosía curva inclinada, que los aislaba sin ocultar su presencia. Además, añadió una cubierta horizontal sobre la acera, que también ayudaba a resistir la torsión. Con ello, lograba mayor dinamismo por el lado de los vehículos, y mayor cobijo por el lado de los viandantes.

El segundo fue el puente glorieta de Zizur de 2004, donde utilizó la curva para integrar el típico paso superior de autopista y sus dos glorietas laterales, en una única estructura. Tiene forma de toroide o rosquilla, con 74 m de diámetro exterior y 40 m de hueco y se apoya en cuatro puntos sobre los propios taludes de la autopista.

A ese prodigio de síntesis funcional y estructural, le añadió un paso peatonal también curvo por el exterior, más un esbelto arco de iluminación por encima, que servía para orientar la estructura y magnificar el vacío central.

El tercero es la Pasarela del Voluntariado en Zaragoza de 2008, donde, según sus palabras, realizó un “diseño resistente que se manifiesta de manera estricta, poniéndose condiciones que le ayudan a ser. La planta curva no responde a una condición funcional de paso sobre el río: se impone con la idea de ver cómo se reordena la configuración atirantada, para resistir la influencia de esa geometría, que, más que crear problemas, viene cargada de posibilidades” 7.

El tablero curvo de la pasarela, de 235 m de longitud, cuelga por su borde exterior de un mástil de 80 m de altura, mediante un abanico de tirantes. Este mástil, inclinado hacia afuera, está situado dentro del río y en el lado exterior de la pasarela. Y se sujeta por medio de un único tirante, anclado a la misma base de la cimentación. Con esa forzada disposición, logró un esquema estructural de enorme dinamismo, que resultó ser muy legible, y toda Zaragoza le reconoció como el mejor puente de la Expo.

A partir de ese año, la crisis paralizó la construcción en España, por lo que diseñadores y empresas tuvieron que volcarse al exterior para subsistir. Javier Manterola no fue una excepción y construyó importantes puentes, como los de Padova y Arezzo en Italia, el de Waterford en Irlanda, el de Bassarad en Bucarest, el puente sobre el Danubio en Bulgaria, o el puente sobre el río Magdalena en Colombia. No obstante, siguió haciendo puentes en España, entre los que cabe resaltar, el hermoso puente de los Poetas sobre el río Duero en Zamora de 2013, y el gran puente en arco para el AVE, sobre el embalse del Tajo en Alcántara de 2019.

Para Javier Manterola, viajar y ver puentes era algo ineludible, tanto por alimentar su pasión, como por la necesidad de mantener sus ideas conectadas con lo que se hacía en el mundo. Se nutría de imágenes directas, dibujaba sin parar en sus inseparables libretas, y afinaba su juicio crítico discutiendo con quien le acompañara.

Lolacha Jara, su mujer, era fija en todos los viajes y recorrió con él medio mundo. Ambos participaban en los que dimos en llamar “viajes de ingenieros”, que realizamos, desde 1999, con Julio Martínez Calzón, Alberto Corral y Álvaro Messeguer, que ya nos dejaron, junto con Enrique Pérez Galdós, Javier Asencio, Esteban Terradas, y nuestras respectivas parejas, más Luis Enríquez de Salamanca y Marie Claire Decay.

Veíamos arquitectura e ingeniería por las mañanas y asistíamos a óperas y conciertos por las tardes, con interminables debates entre ambos. Durante unos diez años, viajamos en primavera y otoño por toda Europa, con escapadas a Marruecos, Chicago, Nueva York o Jordania. En ellos fluía un enorme caudal de crítica y experiencia, que reafirmaba la necesidad de visitar cada obra en su sitio, como única posibilidad, tanto de comprenderla en su plenitud, como de insertarla en el universo de lo construido.

Javier Manterola recibió muchos premios por obras concretas o por su trayectoria, tanto en su tierra, que le colmó de galardones, como en España y en Europa. Algunos tan importantes como el Premio Nacional de Ingeniería, el premio al Mejor ingeniero estructural europeo, o la reciente distinción de Colegiado de Honor de los Ingenieros de Caminos.

Aunque estaba encantado con los premios, él se veía ya premiado por haber construido sus puentes. Decía que “materializar lo que hemos pensado, y constatar que es mejor o peor que lo imaginado, es una experiencia vital inigualable”.

Su discurso de ingreso en esta Academia versó sobre la valoración estética de los puentes, con la manifiesta pretensión de mejorar esa valoración. Reconocía que las academias de arte han incorporado artes nuevas como la fotografía y el cine, y tenía la pretensión de añadir a esta familia la enorme cantidad de obras de arte que ha producido la ingeniería 8.

Luchó cuanto pudo para que trabajásemos juntos en ese propósito, aquí, en el ámbito totalizador y comprometido de las Bellas Artes, donde podríamos contribuir a la creación de nuevos puntos de vista. Hace un año, hizo la laudatio previa a la votación sobre mi candidatura. Y hace cuatro meses, me condujo a este estrado junto con Juan Navarro Baldeweg, para la lectura del discurso de ingreso.

Todo ello resultaba atractivo, porque Javier Manterola era formidable en la discusión, como bien pudimos comprobar en la reunión plenaria de finales de enero, a la que se ha referido José Ramón Encinar. Prolongamos aquella reflexión con otra sesión sobre el yeso y Guastavino en Nueva York, y nos emplazamos para continuar.

Pero no podrá ser.

No hubo más debates con Javier. Él creía que, con nuestros ejemplos y discusiones, podíamos aportar una visión más amplia de la escala y proyección del acto creativo, desde nuestro quehacer de ingenieros.

Pero no podrá ser.

Hoy, 17 de junio de 2024, hubiera cumplido 88 años

Pero no ha podido ser.

Quede la fecha como llamada a su recuerdo Muchas gracias.

Muchas gracias

Notas


1 Leonardo da Vinci; Aforismos; trad. E. García Zúñiga. Espasa Calpe, Madrid, 3ª ed., 1965.: Teodicea:11..
www.cervantesvirtual.com/nd/ark:/59851/bmc6q1v6
2 Esquema [D12140]
3 Sitte, Camillo; 1889. The art of building cities. Vienna. Trad. Charles T. Steward, Reinhold Publishing
Corporation, New York 1945.
4 La Ciudad del Futuro / Ed. Infinito, Buenos Aires/1962 (Biblioteca de Planeamiento y Vivienda, Vol.6)
5 Preguntas para ordenar el discurso. En: Aguiló, Miguel; Manterola, Javier; Onzain, Mario; 2004. Javier
Manterola Armisén: pensamiento y obra. Fundación Esteyco, Madrid: 124.
6 El Pilar en Zaragoza, el Malecón en Murcia, Euskalduna en Bilbao, las Ventas y la pasarela del
Manzanares en Madrid, sobre el Ebro en Logroño, Zizur en Navarra, García Sola en Badajoz, sobre el
Guadalentín en Lorca, Galindo en Vizcaya, el Voluntariado en Zaragoza, Endarlatsa en Guipúzcoa, y los
Poetas en Zamora.
7 Manterola Armisén, Javier; Aguiló, Miguel; 2009. Saber ver la Ingeniería. Revista de Obras Públicas, 3497 (mar 2009), 7-28: 27.
8 Manterola Armisén, Javier; 2006. Relación entre la estructura resistente y la forma: notas en torno a la valoración estética de los puentes. Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid:13]

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