Academia

La Academia entrega su Medalla de Honor a Fundación Callia

11 de noviembre de 2024

Carmen Reviriego, presidenta de Fundación Callia, recibió de manos de Tomás Marco, director de la Academia, la Medalla de Honor 2024 de la corporación. En el acto, la contestación la pronunció el académico y jurista Alfredo Pérez de Armiñán. La ceremonia se completó con la actuación musical del organista Daniel Oyarzábal.

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La elección de Fundación Callia se dio a conocer en la festividad de San Fernando el 30 de mayo de 2024. La propuesta fue presentada por la cineasta Arantxa Aguirre, el arquitecto Luis Fernández-Galiano, y el musicólogo José Luis García del Busto, quienes resaltaron los méritos que concurren en dicha Fundación y los servicios prestados a la Academia.

Señoras y Señores Académicos,

Señora Presidenta de la Fundación Callia,

Señoras y Señores:

La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, conforme a su Reglamento, concede cada año su Medalla de Honor a una entidad o persona que se haya distinguido en la promoción de las artes o haya prestado extraordinarios servicios a nuestra Corporación. Desde hace más de ochenta años han recibido nuestra Medalla de Honor las más prestigiosas instituciones culturales españolas y, sólo en muy contadas ocasiones, personalidades que han aportado una excepcional ayuda o contribución a los fines de la propia Academia.

Este año 2024 el Pleno de la Academia ha otorgado la Medalla a la Fundación Callia, presidida por Dª. Carmen Reviriego.

Con esta distinción, la Academia desea, en primer lugar, reconocer la excelente labor que lleva a cabo esta Fundación para promover el mecenazgo artístico en las naciones que componemos la Comunidad Iberoamericana, a través de los Premios Iberoamericanos de Mecenazgo que anualmente concede y que entrega Su Majestad la Reina Doña Sofía en este mismo salón de actos en sus tres distintas categorías: española, latinoamericana e internacional.

Desde  el año 2015, en que se concedieron por primera vez,                                                                                                                                                                                                                                                                   estos Premios se han convertido en una importante referencia para impulsar y difundir el mecenazgo cultural dentro del ámbito cultural hispano, con proyección internacional sobre los Estados Unidos y los países mediterráneos.  

El lema de los Premios y de la propia Fundación Callia, “la suerte de dar”, expresa claramente su propósito. Con ellos no se trata únicamente de reconocer una generosa y fecunda labor ya realizada, sino de promover nuevas iniciativas del mismo carácter, subrayando que el mecenazgo constituye para quien lo ejerce, o se propone ejercerlo, una de las mejores maneras de obtener la más plena realización personal, y no sólo un objetivo filantrópico, por valioso social y culturalmente que éste sea.

Este carácter personal del mecenazgo es bien conocido tanto por los mecenas como por quienes se benefician de sus acciones, pero pasa quizás más desapercibido para el público en general.

Por ello, los Premios Iberoamericanos de Mecenazgo son un excelente instrumento de pedagogía en favor de la cultura, entendida ésta en el sentido más amplio, en un ámbito cultural como la Comunidad Iberoamericana, en el que, por diversas razones no están tan extendidos como en el mundo anglosajón los ejemplos personales, y no sólo institucionales, de mecenazgo.

Sin embargo, las iniciativas de mecenazgo personal han existido y siguen existiendo entre nosotros, a veces de modo muy singular y destacado.

En el terreno del patrimonio cultural, de los museos y colecciones de arte y de la música, pueden citarse en la época contemporánea, sin ánimo exhaustivo, y sólo en España, además de la adquisición por el Estado en 1993 de la colección Thyssen-Bornemisza – que en cierta medida se asemeja a una donación, al rebajarse de modo importante su coste por voluntad del transmitente, el barón Thyssen-Bornemisza -,  los importantes y numerosos legados de particulares al Museo del Prado, al Museo de Arte de Cataluña, al Museo de Bellas Artes de Bilbao, al Museo de Bellas Artes de Asturias o al Museo Nacional de Cerámica de Valencia, la creación, también por personas privadas, del Museo Cau Ferrat de Sitges, el actual Museo del Romanticismo, la Casa del Greco en Toledo, el Instituto de Valencia de Don Juan y los Museos Cerralbo y Lázaro Galdiano en Madrid, la Fundación Selgas-Fagalde en Asturias, el Museo de Arte Abstracto Español de Cuenca, el Museo Marés de Barcelona y las Fundaciones Miró y Joan Miró-Pilar Juncosa en Barcelona y Palma de Mallorca, la Fundación Gala-Salvador Dalí, a partir del legado del artista al Estado, el Museo Picasso de Málaga, el Museo Helga de Alvear en Cáceres, las Fundaciones históricas de las Casas de Alba, Medinaceli, Medina Sidonia y la Álvaro de Bazán, la Fundación March, la Fundación María Cristina Masaveu Peterson, la Fundación Pablo Palazuelo, la Fundación María José Jove, la Fundación Sorigué, la Fundación Vila Casas, la Fundación Antoni Tàpies, la Fundación Oteiza, la Fundación Archivo Manuel de Falla, la Escuela Superior de Música Reina Sofía, entre muchos otros ejemplos.

Y en lo que se refiere a esta Academia, debemos recordar con enorme gratitud el legado de nuestro Académico honorario y benemérito Fernando Guitarte en 1977, tan trascendental para continuar su actividad en las últimas décadas, así como los generosos apoyos que seguimos recibiendo de nuestra Académica honoraria Alicia Koplowitz y de nuestros benefactores, entre los que también se encuentra de manera destacada la Fundación Callia, como luego veremos. 

En Portugal, nuestro país vecino y hermano, la iniciativa privada cultural ha tenido un gran relieve a partir de la creación en Lisboa en 1956 de una de las instituciones culturales privadas más conocidas del mundo: la Fundación Calouste Gulbenkian, creada por el magnate de origen armenio del mismo nombre, con su museo, biblioteca, centro de arte moderno, orquesta y actividades culturales, educativas y científicas. Y ello sin contar con otras iniciativas de origen estrictamente privado como la Fundación Ricardo Espirito Santo, centrada desde 1953 en las artes decorativas y en el mantenimiento de los oficios artísticos, o más recientemente, en el terreno científico-médico, la Fundación Champalimaud, creada en 2004.

En los países iberoamericanos esta corriente de mecenazgo basada en iniciativas personales ha estado también presente. Recordemos, también a título de ejemplo, algunas de estas iniciativas, partiendo de la más conocida internacionalmente, la creación por Assis Chateubriand en 1947 del Museo de Arte de Sao Paulo, institución privada, aunque apoyada por las Administraciones públicas, que es, sin duda, el más importante Museo de Arte Antiguo y Moderno de América del Sur. A esta iniciativa han seguido después otras muy relevantes: la creación en México del gran Museo Soumaya por la Fundación Carlos Slim en 1994,  el Museo Jumex de Arte Contemporáneo en 2013, fundado por Eugenio López, premiado precisamente por la Fundación Callia el pasado año 2023, la inauguración en 2020 del Museo Kaluz, por iniciativa de Antonio del Valle, también premiado por la Fundación este año, o la Colección Isabel y Agustín Coppel, especializada en fotografía; el establecimiento en el Perú en 1982 de la Fundación Pedro y Angélica de Osma Gildemeister, que gestiona desde 1987 el Museo Pedro de Osma, el más importante de arte virreinal peruano, o del Museo de Oro y Armas de Lima, fundado por Miguel Mújica Gallo, que donó sus colecciones al Estado peruano en 1993, manteniendo su gestión la Fundación que lleva su nombre.

También el gran artista colombiano Fernando Botero donó una excepcional muestra de su obra al Museo de Antioquia en Medellín con motivo de su reapertura el año 2000.

A estos ejemplos podrían añadirse muchos otros, pero lo dicho basta para hacerse una idea de que la creación o el enriquecimiento por mecenas individuales de colecciones de arte y museos privados tiene también importantes antecedentes en Iberoamérica, al igual que en la Península ibérica.

A esta tradición de mecenazgo, la Fundación Callia aporta una visión renovada en nuestros días: a la acción de coleccionar y fundar, que culmina con la satisfacción de dar, se añade la conciencia de ser un afortunado por poder hacerlo. De ahí el lema ya citado de los Premios Iberoamericanos de Mecenazgo: “la suerte de dar”.

En este mismo sentido, la presidenta de la Fundación Callia ha explicado el significado de la creación de esta Fundación en 2012. Cito literalmente sus palabras: “La idea para crear la Fundación Callia surgió, hace ahora 15 años, durante un viaje que realicé por Iberoamérica con el propósito de escribir un libro. Un libro que diera respuesta a una pregunta que en aquel entonces no dejaba de repetirme: ¿qué es lo que lleva a un gran empresario a compartir su riqueza con los demás? Una riqueza adquirida, a menudo, con enorme esfuerzo y sacrificio.

A lo largo de ese viaje conversé con filántropos y mecenas en España, México, Chile, Colombia, Estados Unidos… De aquellas charlas nació el título del libro que tenía en la cabeza y en el corazón: La Suerte de Dar. Había descubierto algo sorprendente: todas las personas que habían compartido sus experiencias conmigo coincidían en algo común. Era la sensación de que eran ellas mismas las afortunadas por la enorme satisfacción que les proporcionaba dar”.

La relación de las personalidades premiadas a lo largo de los años 2015 a 2024 es ejemplar, y ofrece un panorama muy completo de las distintas trayectorias personales que los Premios Iberoamericanos de Mecenazgo tratan de reconocer y enaltecer en sus tres categorías – española, latinoamericana e internacional.

En los Premios españoles encontramos los nombres de Mayte Spínola, Elena Ochoa, el duque de Alba, la baronesa Thyssen-Bornemisza, Fernando Masaveu y Carolina Compostizo, Esther Koplowitz, Felipa Jove, Valentín Díaz Morodo y Antonio del Valle, a quien acabo de mencionar.

Con los Premios Latinoamericanos se ha reconocido la labor de Bárbara Garza Lagüera, Patricia Phelps de Cisneros, Carlos Slim, ya mencionado, Daniel y Estrellita B. Brodsky, Philippe de Montebello, Jorge M. Pérez y Darlene Boytell-Pérez, Eugenio López, también mencionado anteriormente, y María Amalia León.

Finalmente, los Premios Internacionales han distinguido a Füsun Eczacibasi, Patrizia Sandretto Re Rebaudengo y Daniel Buren.

La simple mención de estos nombres revela el acierto del jurado de los Premios al cubrir prácticamente todos los aspectos del mecenazgo, desde el mantenimiento del patrimonio histórico al impulso y difusión de la creación artística contemporánea, con especial interés en el coleccionismo y la creación de museos e instituciones culturales y educativas.

Asimismo, y como decía al principio, los Premios Iberoamericanos de Mecenazgo constituyen una iniciativa de gran importancia para la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la medida en que también sirven al cumplimiento de sus fines estatutarios de promoción, difusión y conservación de las artes. La presidencia de Su Majestad la Reina Doña Sofía, Académica de Honor de nuestra Corporación así lo corrobora en cada acto de entrega de los Premios.

En este punto, debe subrayarse la especial contribución que la Fundación Callia realiza en favor del programa de conservación y restauración de las colecciones de esta Real Academia, canalizando las donaciones que se realizan por parte de los asistentes a las actividades organizadas con ocasión de la entrega anual de los Premios y que en los últimos tres años han ascendido en total a 334.274 euros.

Con esta considerable aportación económica la Academia ha podido emprender un plan de actuación sobre sus extraordinarias colecciones artísticas en dos ámbitos de actuación, distintos pero complementarios: por un lado, la conservación preventiva y la restauración de 18 pinturas y 10 esculturas que forman parte del proyecto museológico y museográfico del Museo de la Academia, desarrollado entre los años 2022 y 2024 por el  Académico Delegado del Museo, Calcografía y Exposiciones, profesor Víctor Nieto Alcaide, actualmente en proceso avanzado de ejecución, y por otro, la mejora de la presentación pública de las obras expuestas, incluyendo sus marcos, su montaje en sala y su iluminación.

La conservación y restauración de pinturas y esculturas, entre ellas algunas de las más importantes de las colecciones de la Academia, como las pinturas Susana y los viejos de Rubens, Bodegón con racimo de uvas de Van der Hamen, Florero de Jan Brueghel el Viejo,  Misa de San Benito de Fray Juan Andrés Rizi, San Guillermo de Aquitania de Antonio de Pereda, Mariana de Austria de Carreño de Miranda o Santa Rosalía de Palermo en Gloria de Novelli, o los vaciados históricos en yeso del Grupo de San Ildefonso, el Prisionero Dacio, la Venus del Pomo, la Venus de Milo, o el busto de Isidoro Maiquez, ha sido llevada a cabo por los restauradores de obras de arte de muy amplia experiencia profesional y prestigio reconocido (Rafael  Alonso, Alfonso Castrillo, Adolfo Rodríguez, nuria Montávez, Ángeles Solís, Silvia Viana y Judith Gasca) a quienes agradezco muy sinceramente, en nombre de la Academia, su labor.

Por otra parte, la renovación museológica y museográfica de las salas del Museo, dirigida por el profesor Nieto Alcaide, como Académico Delegado, ha contado con la colaboración y asistencia constantes del Académico adjunto, Hernán Cortés Moreno, y con la colaboración del equipo técnico del Museo, encabezado por la Conservadora Facultativa María Antonia Herradón y constituido por Ascensión Ciruelos, Laura Fernández Bastos, Olivia Nieto y Rosa Recio. A todos ellos debemos expresar igualmente nuestro reconocimiento.

Todo lo que acaba de exponerse explica con claridad hasta qué punto la Fundación Callia ha contribuido a la consecución de los fines de la Academia, tanto los que se refieren a la promoción y difusión de las artes como los que conciernen a la conservación del Patrimonio. Las razones de la concesión de esta Medalla de Honor de la Corporación son, pues, evidentes.

No obstante, nuestro reconocimiento por su labor a la Fundación Callia debemos también personificarlo en su Presidenta, Carmen Reviriego, sin la que nada hubiera sido posible. Su entusiasmo, su tenacidad y su trabajo han conseguido la consolidación de la propia Fundación y de su colaboración estrecha con nuestra Academia, que deseamos continúe indefinidamente en favor de nuestra cultura artística. Personas como ella mantienen y renuevan la larga tradición del mecenazgo artístico, uniendo a ella cada año nuevos mecenas, que continuarán en el futuro esa fecunda labor.

Muchas gracias.

Alfredo Pérez de Armiñán
Vicedirector-tesorero de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando

Buenas tardes. Excelentísimo Sr. director de la Academia; Excelentísimos Sras. y Sres. Académicos; Excelentísimo vicedirector; autoridades, amigos y amigas.

Yo fui una niña terminal, nadie daba un euro por mí. Un niño eso lo ve, incluso con cinco años. Recuerdo de esa etapa levantarme cada día con la idea de que era el último y que no tenía tiempo que perder. También recuerdo que los estudiantes de medicina tenían mucho interés en mí, así que decidí, que cada vez que me pidiera alguno abrir la boca para explorarme la laringe, le iba a cobrar un duro. Y así comenzó mi vida como superviviente y como empresaria.

Siempre me he orientado bien con las personas. Es a ellas a quien les debo este reconocimiento que la Real Academia le otorga hoy a mi proyecto más trascendente, y por ello el más amado: Fundación Callia.

Detrás de mí, desde el minuto uno en el que me inicié en el ámbito de la Filantropía, hace ahora casi 15 años, han estado guiándome en cada decisión trascendental, Manuel Arango y Amadeo Petitbò. Todo lo que sé de Filantropía se lo debo a ellos. Dos personas impecables y que han sido y son para mí un ejemplo y una guía de cómo debo ser.

Muchas personas me preguntan cómo ha sido posible, en tan poco tiempo, que nuestros Premios fueran capaces de congregar a figuras internacionales tan relevantes del mundo del arte y del mecenazgo. Aquí va una reflexión.

Cuando comenzamos con los Premios, hace ahora 9 años, hablé con Carlos Fitz-James Stuart, Duque de Alba, y con Patty Phelps de Cisneros para contarles lo que quería hacer y les pedí que nos apoyaran. ¿Se imaginan comenzar unos premios con estos dos premiados? Uno de los legados artísticos más antiguos del mundo, el de la Casa de Alba; y una mecenas que ya forma parte de la historia del arte por hacer la mayor donación de obra al museo de arte moderno más importante del planeta, el MoMA.

Créanse que no estábamos a la altura de estos dos titanes. Jamás podré agradecerles a ambos este acto de confianza y de generosidad. Ni a ellos ni a Carlos Slim, Elena Foster, Patrizia Sandretto, Jorge Perez, Valentín Diez-Morodo… ni a tantas otras GRANDES personas que creyeron en nosotros.

El siguiente gran hito fue conseguir que la Ceremonia Solemne de Entrega se hiciera en esta Casa. Una de las academias más antiguas de Europa. ¿Se pueden imaginar mayor honor y algo más hermoso que recibir un premio de mecenazgo en uno de los edificios por cuyas salas han caminado figuras como Goya o Picasso?

No tengo tampoco palabras de gratitud para esta Institución, para esta Casa, que ya siento mía.

Finalmente, decidimos hacer que los premios fueran benéficos, y se pidió a Casa Real, que en la figura de SM la Reina Doña Sofía, presidiera cada año la Ceremonia. La presencia en los Premios de esta incansable servidora de España, es decir, de los españoles, es, desde luego una responsabilidad no menor. No tengo duda de que no sólo el respeto, sino el afecto profundo por SM la Reina Sofia es compartida por la inmensa mayoría de los españoles.

Concluyó la reflexión: Como no iban a ir los Premios como un cohete con este ejército que tiene como escuderos a estas personas.

El año próximo, 2025 y cuarto de siglo que ya asoma, celebraremos la X Edición, con la incorporación al proyecto del Ayuntamiento de Madrid, Casa de la Villa, donde nadie es extranjero.

Como les decía se lo debo todo a las personas. Mis méritos solo han consistido en ser capaz de enamorarlas y comprometerlas con el proyecto, en darme cuenta de lo afortunada que soy de poder contar con ellas y trabajar cada día para honrar su confianza y seguir mereciendo su amor.

Como les decía al comienzo yo soy empresaria desde que tengo uso de razón. Todo el patronato de Fundación Callia viene del mundo empresarial. En nuestro ADN está tener ideas, estructurarlas, implementarlas y hacerlas crecer.

La idea de crear la Fundación Callia surgió hace ahora 15 años, durante un viaje que realicé por Iberoamérica y Estados Unidos con el propósito de escribir un libro. Un libro que diera respuesta a una pregunta que en aquel entonces no dejaba de repetirme: ¿qué es lo que lleva a un gran

empresario a compartir su riqueza con los demás? Una riqueza adquirida, a menudo, con enorme esfuerzo y sacrificio.

A lo largo de ese viaje conversé con filántropos y mecenas en España, México, Chile, Colombia, Estados Unidos… De aquellas charlas nació el título del libro que tenía en la cabeza y en el corazón: La Suerte de Dar. Había descubierto algo sorprendente: todas las personas que habían compartido sus experiencias conmigo coincidían en algo común: la sensación de que eran ellas mismas las afortunadas por la enorme satisfacción que les proporcionaba dar.

De ahí surgieron los encuentros de La Suerte de Dar, con la idea de que estos afortunados compartieran con los otros su experiencia vital como filántropos y les inspiraran a seguir su ejemplo. Año a año fuimos dando consistencia a esta iniciativa y dotándola de nuevos contenidos, y así surgieron los Premios de mecenazgo, con tres objetivos. Permítanme que los haga explícitos:

VALORAR A LA FIGURA DEL MECENAS

Cuando lleguen por fin las leyes de mecenazgo que nos equiparen con los referentes del mundo anglosajón, estas no serán determinantes sino se ha producido en nuestras sociedades un cambio cultural que reconozca y se identifique con la figura de quien comparte su riqueza con los demás como una fuente de realización personal.

Algo que te llama mucho la atención cuando viajas a Estados Unidos es que ellos ven a sus filántropos como héroes mientras aquí seguimos siendo personas sospechosas.

     PROMOVER UNA CULTURA DEL ARTE COMO CAUSA FILANTROPICA. Comer, vestirse, un techo

bajo el que vivir son causas primordiales, pero mientras que los hombres no se sientan en verdad humanos la fraternidad será imposible, porque serán incapaces de sentirse UNO con los otros y juntos UNO con la humanidad entera. El arte nos regala momentos en los que uno se siente, VIVO, HUMANO, PLENO.

Y DE MANERA NO MENOS IMPORTANTE contribuir a ese cambio cultural que incida en la idea de que el bien común no es únicamente una responsabilidad de las administraciones públicas, sino algo que nos atañe a todos. Esta responsabilidad es el verdadero producto de una democracia madura.

Antes de terminar de hablar de Fundación Callia un apunte último sobre su futuro inmediato. En 2025 con la misma ilusión y con la misma ambición comenzamos dos nuevos proyectos, uno con la Galería de Las Colecciones Reales, uno de los grandes museos que ha producido este siglo, y una serie sobre arte y mecenazgo para las plataformas digitales en la que llevamos trabajando desde 2021, y en la que vamos a contar la historia de algunos de los grandes mecenas de la Historia. Este es el último gran milagro que nos ha ocurrido. Trabajar con el productor de Silence y El Irlandés de Martin Scorsese. Y como no podía ser de otra forma la serie llevará un proyecto social paralelo. Vamos a llevar La Suerte de Dar a los niños.

Escribí una vez que el arte es una actividad solo para valientes, y quiero para terminar reafirmarme en esa convicción.

Cuando un creador decide dedicarse al arte como profesión y vivir de su trabajo, ha de saber –y todo artista real lo presiente– que está arriesgando su vida entera, y sólo él va a ser responsable de ello. El valor es, pues, desde el principio, un ingrediente imprescindible en el mundo del arte. Sólo una persona madura debería asumir una decisión así… hay miles de artistas vagando por Nueva York, Londres, Berlín o cualquier otra ciudad del mundo en busca de una oportunidad para exponer sus trabajos o encontrar a alguien que les represente, les ayude, o les dé una oportunidad.

Un 80% de ellos no lo conseguirán, y la inmensa mayoría no tendrá fuerzas para abandonar y dedicarse a otra profesión. Aun así, la vocación artística desafía todas las razones y la Razón misma.

Todo arte que trasciende, que está llamado a perdurar en el tiempo, que es y ha sido capaz de emocionar al hombre antiguo, al medieval, al renacentista, al moderno o al contemporáneo, es un arte que viene de la necesidad sincera y apasionada del creador de contar al mundo “su” mundo; desde una vivencia subjetiva y, por tanto, única. La creación artística le va a exigir una verdadera entrega de sí mismo en el sentido más literal y trágico de la palabra. Para llegar a conseguirlo va a necesitar de muchos atributos, pero sobre todo de una enorme fe y lealtad hacia sí mismo, de su forma de estar en el mundo y, por lo tanto, de “verlo” y del valor para enfrentarlo y, a veces, confrontarlo.

Si el artista no es fiel a sí mismo, a su “verdad”… si le falta valor, no será capaz de crear un espejo en que el espectador pueda verse a sí mismo, y hacer que surjan en él emociones y pensamientos

que no solamente le muevan, sino que le conmuevan, es decir, que le hagan sentir su propia vida con una intensidad nueva o renovada.

El arte es tanto más importante cuanto más capaz es de producir esta catarsis, esta conmoción en el alma. Siempre que alguien contempla una obra maestra de forma curiosa y abierta, valiente, se da esa conversación única, profunda y sincera entre el creador, la obra y el espectador.

Creo sinceramente que los que amamos el arte amamos apasionadamente la vida, tanto que queremos enriquecer la propia a través de la experiencia de otros, depositada, en el caso del artista, en sus obras.

Puede que el arte no haga la propia vida más larga –yo no puedo afirmarlo–, pero desde luego puede hacerla más ancha, más profunda y presente.

El arte, para ser visto, requiere también de un acto de valentía por parte del espectador. En la película Stalker de Andréi Tarkovsky, dos amigos, un escritor y un científico, emprenden un viaje a un lugar llamado La Zona, en cuyo interior hay una habitación donde al que entra se le cumplen sus más secretas aspiraciones. Stalker, el guía que los acompaña durante el camino, les cuenta la historia de Dikoobras, que llegó a aquel lugar pidiendo que su hermano, de cuya muerte él era responsable, volviera a recobrar la vida. Al regresar a su casa se encontró lleno de nuevas riquezas. La Zona le había regalado su verdadero deseo íntimo…Tras esa revelación, Dikoobras se ahorca. Cuando los protagonistas llegan a su meta deciden no entrar en la habitación.

Un viaje interior y sincero, a lo más profundo de nosotros mismos, es siempre un acto de valentía.

Y para los que trabajamos en el mercado del arte ¿qué valor es necesario? El que exige la navegación peligrosa entre el “precio” de una obra de arte y su verdadero valor. Yo he buscado en el arte, en las artes plásticas, en la literatura, el cine, la música… un encuentro conmigo misma, con quien soy realmente, y espero que mi actividad en el ámbito del arte me lleve a ser mejor persona. Sin esta meta, para mí, la vida no tendría sentido.

Concluyo, para los que trabajamos en el mercado del arte es un acto de coraje asumir la enorme responsabilidad de implicarse en la salvaguarda de la dignidad de la obra y el respeto al artista y al espectador. La responsabilidad de no convertir la obra de arte en una mera mercancía, un

objeto de consumo sin más. La fórmula en la que confío para salir viva de La Zona es poner en mi trabajo todo el cuidado, respeto y amor del que soy capaz. Asumir el reto con valor, como todos los que son verdad en el mundo del arte.

El patronato y el equipo de Fundación Callia les damos las gracias de corazón.

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