La Academia recuerda al pianista, compositor y profesor, Manuel Carra (Málaga, 1931 –Madrid, 2024), con las palabras del músico Joaquín Soriano, quien pronunció la laudatio, y del director Tomás Marco. El acto se completó con la intervención musical de Aarón Ribas (órgano) y la audición de la grabación Fantasía Bética de Manuel de Falla, interpretada por Manuel Carra.
Llegué a Madrid en 1972 con mi familia, buscando nuevos horizontes, para ocupar la cátedra de piano que había ganado por oposición poco antes. Las pruebas tuvieron lugar en el Conservatorio de la Plaza de Isabel II y entre los ilustres músicos que componían el jurado se encontraba Manuel Carra. Siendo él miembro del jurado y yo opositor, me pareció prudente esperar a que el resultado de la prueba fuese ya público para acercarme a él. Supe entonces que fue precisamente Carra quien eligió la obra obligada, las variaciones Brahms-Paganini. Teniendo en cuenta la dificultad de la obra, considero que fui muy afortunado, pues la había trabajado a fondo con mi maestro en París, Vlado Perlemuter. Desde aquel momento siempre he asociado esa obra con Manuel Carra.
La presencia de Manolo en el Conservatorio de Madrid, donde empecé mi carrera como profesor, fue siempre un estímulo para mí; una referencia. Con él y con Fernando Puchol, compañero mío de los años de aprendizaje en el Conservatorio de Valencia, tenía una experiencia que compartíamos: la etapa parisina de perfeccionamiento de estudios, una experiencia que dejó en los tres una impronta definitiva en nuestra forma de vivir y entender la música.
Manuel Carra fue un señor con mayúsculas. Inteligente, culto y refinado, un gran pianista que ha dejado como legado una pléyade de brillantes alumnos, concertistas y pedagogos que llegan a nuestros días y ocupan cátedras en la actualidad en diferentes conservatorios. Mención aparte merece el gran pianista cordobés Rafael Orozco, tan prematuramente desaparecido, alumno de Manuel y como el propio Carra, del insigne José Cubiles. Este último y en París Lazar Lévy fueron los dos auténticos maestros de Manuel Carra.
Recuerdo que en una ocasión el Padre Sopeña se refirió al asombro que causó en Lazare Lévy que un joven andaluz, casi de forma autodidacta, hubiese conseguido encontrar la esencia de la música de Claude Debussy.
Manolo fue siempre un ameno conversador. Las clases de análisis de Olivier Messaen en París le fascinaron, y le llenó de orgullo escuchar al Maestro referirse a los cuatro cuadernos de Iberia como la cumbre del piano del siglo xx. Gran estímulo para los pianistas españoles, refrendo al interés por defender la música española fuera de nuestras fronteras.
¿Qué es la interpretación? me he preguntado al escribir estas notas. Recuerdo con devoción las interpretaciones de Rubinstein: Brahms, Rachmaninov –Paganini, Saint Saëns… Estilos diferentes, mismo intérprete y, sobre todo, misma verdad. Pensé lo mismo escuchando a Carra tocando Chopin, Beethoven, Ravel, Debussy, a quienes daba vida en cada interpretación. Composiciones alejadas en el tiempo, pero todas escritas por grandes músicos cuyo mensaje es el que los intérpretes tenemos que desentrañar.
Esta tarde, en esta sala, vamos a escuchar a Manuel Carra interpretando brillantemente una obra cumbre del repertorio español para piano, la Fantasía Bética de Manuel de Falla. Obra dedicada a ese gran amante de nuestro país y nuestra cultura que fue Arthur Rubinstein. Obra áspera, difícil, exigente para el pianista, que recoge la tradición oral del cante jondo y nos arrastra a la hondura de lo flamenco, a lo andaluz, de manera arrebatada y desbordante.
Será tributo a su memoria y a la de Falla a través de sus manos y de su corazón. Un canto a la Andalucía eterna que vive en todos nosotros.
Joaquín Soriano
Finalizada la laudatio, el director de la Academia, Tomás Marco, dedicó unas palabras a Manuel Carra, a quien trató como jefe en Radio Nacional de España, intérprete de su música y amigo. Resaltó las múltiples facetas del homenajeado, pues no fue sólo un magnífico pianista, como solista y como profesor, sino también un eficaz y culto hombre de radio, sentando las bases de lo que sería tras su paso por la radio nacional, el Segundo Programa y posteriormente Radio Clásica, única emisora dedicada las veinticuatro horas del día a la emisión de música culta. Pero a pesar de haber sido la pianística su faceta más conocida, lo que Manuel Carra fue más vocacionalmente, según palabras del director, fue compositor. En los albores de su definitiva residencia madrileña, Manuel Carra fue uno de los más brillantes miembros del grupo Nueva Música, fundado en 1958. El piano acaparó luego la actividad de Manuel Carra y fue al llegar la edad de su jubilación cuando el Académico fallecido pudo retomar con intensidad su faceta como compositor. Aunque la progresiva pérdida de visión dificultó su actividad hasta volverla completamente imposible, aún tuvo tiempo de terminar la empresa en la que mayor ilusión puso en sus últimos años: la composición de un Concierto para piano y orquesta, estrenado por una de sus alumnas. Terminó Tomás Marco la memoria de Manuel Carra mencionando su continuo deseo de aprender y su infatigable curiosidad intelectual.