La colección de la Academia se enriqueció desde su fundación con los yesos de estatuas que tenía en su taller Olivieri quien a la vez redactó una lista de los vaciados que debían comprarse en Roma con el fin de poseer modelos para los alumnos. Su petición era de dieciocho estatuas de la Antigüedad, dos de Miguel Ángel, seis del caballero Bernini y varias del flamenco Duquesnoy.

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Muy importante fue la incorporación al fondo académico de dos colecciones, la que Felipe de Castro había formado en Roma por orden de Fernando VI y la de Mengs, «verdadero tesoro» en época de Carlos III. Ambas perfectamente embaladas vinieron a España por vía marítima.

También hay que tener en cuenta que el rey donó los moldes procedentes de las excavaciones de Herculano (Villa de los Papiros) y los de seis estatuas antiguas, hoy en el Museo del Prado, procedentes de la colección de la reina Cristina de Suecia que se encontraban en el Palacio de San Ildefonso, en La Granja. A estos yesos hay que añadir los traídos por Velázquez en su segundo viaje a Italia, en 1651, como la Niobide corriendo o los gigantescos vaciados de HérculesFarnesio Flora, colocados en el zaguán de la Academia. También en 1811 se aumentó la colección de yesos con ciento diez obras diversas procedentes de la galería existente en la entonces desaparecida Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro para servir de inspiración a los artistas que en ella trabajaban. En el siglo XIX se adquirieron relieves de Luca della Robbia y de Donatello y un torso en Milán.

En la colección de escultura hay que contar los barros cocidos enviados por los pensionados de Roma, los bustos de los reyes esculpidos por los académicos Olivieri, Castro y Adan, las estatuas ecuestres de Felipe V y Carlos III, modeladas respectivamente por Manuel Álvarez, Roberto Michel y Juan Pascual de Mena, siendo el modelo de este último el que hoy, realizado en el taller de vaciados de la Academia, se ha erigido en la Puerta del Sol. El modelo del francés Saly, que representa a Federico V de Dinamarca a caballo para una plaza de Copenhague y que fue donado en 1777 por el diplomático español Delitala al ser nombrado académico de honor, completa esta colección de estatuas ecuestres. También citemos una serie de estatuillas de gran finura, procedentes del taller de Bartolomeo Cavaceppi, de las más vendidas en Roma a finales del siglo XVIII, que entraron en la Academia en 1784 procedentes del buque inglés Westmorland, capturado en aguas del Mediterráneo, que transportaba al Reino Unido las obras de arte compradas en Italia por los caballeros ingleses que habían hecho el «Grand Tour».

A título excepcional mencionemos el San Bruno, del escultor Manuel Pereira, que entró en el Museo con la desamortización eclesiástica. De gran realismo, labrado en piedra, es una pieza rara de la escultura española del Siglo de Oro, cuya producción esencial fue la de imágenes en madera policromada, como la bella Dolorosa de Pedro de Mena.

Antonio Bonet Correa

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