La Academia presenta el libro con textos de Eduardo Chicharro Briones, hijo del académico Eduardo Chicharro y Agüera, y una nota de Antonio Chicharro Papiri, nieto e hijo de los anteriores. El núcleo del volumen lo constituye el interesantísimo discurso de ingreso en la Academia de Eduardo Chicharro y Agüera, Ciencia y arte del colorido, leído con motivo de su ingreso en 1922, al que sigue el de contestación del académico Marceliano Santamaría.
La presentación de este libro puede que consiga llamar la atención pública hacia un período de la historia del arte español injustamente infravalorado por mor de modas, muchos de cuyos defensores se empecinan en no ver su ya absoluta falta de vigencia, al menos como vanguardias. El olvido. Ahora que de manera tan partidista y torticera se invoca la “memoria histórica” – memoria histérica -, no está de más reclamar su aplicación de una manera más ecuánime, menos parcial, y hacerlo en áreas algo menos “enfangadas” que aquellas en las que enseñorea la hipocresía diaria de nuestra época.
Uno de los campos en que el ejercicio de la memoria es asignatura pendiente, es la historia del arte, o más bien el juicio artístico. En nuestro país casi todos los programadores musicales, algo menos los gestores de otras disciplinas artísticas – creo – han ignorado el siglo XIX español de forma sistemática y en el campo musical, que es el mío, la situación es más grave aún, porque a la ignorancia musical general, que es apabullante, se une el menosprecio hortera de lo nacional – y el salto desde la mitad del siglo XIX hasta la mitad del siglo XX, por poner límites, ha condenado al olvido a multitud de pintores de muy alto nivel, compositores mucho más que dignos…
Uno de esos casos es sin duda el del maestro Eduardo Chicharro y Agüera; un pintor de muy reconocido prestigio en su época, valoradísimo entonces dentro y fuera de su país, que es el nuestro, cuya pintura se relaciona con el movimiento simbolista, teniendo siempre en cuenta que toda pintura tiene algo de simbolista y que par contre, al supuestamente genuino movimiento simbolista se adscriben nombres tan dispares como Gustav Klimt, Odilon Redon, Julio Romero de Torres o Arnold Böcklin, por poner sólo algunos ejemplos dispares.
Baste recordar cuál es la procedencia del Maestro Chicharro: precisamente esta Academia de San Fernando, donde fue discípulo más que aventajado de Joaquín Sorolla junto a Manuel Benedito y a Sotomayor, y sobre todo de Manuel Domínguez, cuál su “consecuencia”: el discipulado de Lucio Muñoz, de Diego Rivera, de su propio hijo Chicharro-Briones, aunque alguno fuese, utilizando un símil con una ¿locución? De Zaj, “alguien que pasaba por allí”.
Chicharro y Agüera obtuvo premios de primera clase en las exposiciones nacionales de 1899 y de 1904 y en 1908 en las celebradas en Munich y Lieja. Sucedió a Ramón María del Valle Inclán como director de la Academia de España en Roma y en 1922 fue elegido académico de número de San Fernando.
Precisamente es su discurso de ingreso en nuestra institución en 1922, discurso de una solidez científica poco frecuente, el núcleo del actual volumen, en el que le acompaña el de contestación de su compañero de estudios Marceliano Santamaría.
Figura en la publicación la conferencia que su hijo, Eduardo Chicharro Briones, pronunció sobre su padre veintidós años más tarde. Chicharro Briones cuya actividad como pintor corrió en paralelo a la poética, “batallando” en las filas de un ismo – el postismo – que él mismo había contribuido a crear. El postismo –no es ocioso recordar que contó entre sus filas a artistas tan variopintos como Francisco Nieva, Ignacio Nieva, Carlos Edmundo de Ory, Fernando Arrabal, Ángel Crespo – es en opinión de quien esto escribe “una forma de pensar y/o de vivir”, lo que le puede asimilar a ismos supuestamente superados o asimilados por ellos, los postistas, como Dadá, el Surrealismo, pero también el Futurismo con toda su carga ideológica. Creo que dos frases de diferentes autores son el mejor intento de encuadrar el Postismo: “(de) carácter lúdico, dionisíaco y humorístico”; “Culto del disparate”. La segunda, casi una definición del propio Chicharro Briones, apareció en 1946 en el segundo de los cuatro manifiestos postistas que vieron la luz.
Termina el volumen con un pequeño texto de Antonio Chicharro Papiri, romano de nacimiento y postista de educación – espero que esto no me lo tome a mal -. Personaje entrañable y singular, autor de unas memorias – Memorias del niño Toni – de lectura agradabilísima, llenas de curiosidades, de gran respeto por su abuelo y de inmenso y vivo amor por su padre.
La presentación de este libro, que corre a cargo de Víctor Nieto, académico delegado del Museo de esta Real Academia de Bellas Artes, del celebradísimo pintor Antonio López, de Antonio Chicharro Papiri y de Raúl Herrero, editor del libro, es sin duda una magnífica ocasión de acercarse al ayer más inmediato del mundo de la cultura en nuestro país.
José Ramón Encinar
Presentan
Víctor Nieto Alcaide, académico delegado del Museo, Calcografía y Exposiciones
Antonio López García, pintor
Antonio Chicharro Papiri, nieto e hijo
Raúl Herrero, editor y escritor