Academia

Cartolatría Epistolario Sánchez Cantón – Filgueira Valverde

“Cartolatría” compendia las misivas que dos figuras de prestigio excepcional, Francisco Javier Sánchez Cantón y Xosé Filgueira Valverde, intercambiaron con regularidad durante cuarenta y cuatro años, sólo interrumpidas en 1927 y durante la Guerra Civil, que mantuvo a los dos protagonistas en frentes diferentes, sin posibilidad de contacto. La relación epistolar entre Filgueira Valverde y Sánchez Cantón es esencial para conocer el desarrollo de la actividad cotidiana del Museo de Pontevedra en sus primeros años y la evolución de la propia ciudad.

El Museo de Pontevedra es depositario de los archivos personales de ambos, circunstancia que pocas veces se da en la recuperación de la producción epistolar que emana o recibe un sujeto, debido a la suerte desigual de los archivos privados, aunque sean personajes de sumo interés.

La obra recoge 1.356 cartas que se intercambiaron desde 1926 hasta 1970. Se presenta en tres volúmenes: el primero abarca desde 1926 hasta 1943, año en el que se inauguró el edificio García Flórez del Museo; el segundo de 1944 a 1952 cuando se cumplía el 25 aniversario de la fundación de la institución museística pontevedresa; y el tercero desde 1953 hasta 1970 –un año después fallecía Sánchez Cantón–.

La recopilación, transcripción y edición han corrido a cargo de María Jesús Fortes Alén, responsable del Archivo Documental del Museo, quien también es la autora del estudio preliminar. Se encargó de los índices Eva Pena Rodríguez, profesional del Archivo. El prólogo está firmado por el director del Museo, José Carlos Valle Pérez.
 

Presentación

Antonio Bonet Correa, director honorario de la Real Academia de Bellas Artes

José Carlos Valle Pérez, director del Museo de Pontevedra

Fernando Filgueira Iglesias, Fundación Filgueira Valverde

María Jesús Fortes Alén, archivera del Museo de Pontevedra, coordinadora del libro

 

Francisco Javier Sánchez Cantón nació en Pontevedra el 14 de julio de 1891. Xosé Filgueira Valverde, por su parte, vio la luz primera, también en la ciudad del Lérez, quince años más tarde, el 28 de octubre de 1906. Esa diferencia de edad, distanciadora, aunque no infranqueable, como se verá, durante algunos años, fue haciéndose imperceptible con el paso del tiempo, convirtiéndose la relación entre ambos en un modelo de amistad y de complicidad, esencial, de capital significación para la cultura pontevedresa, gallega y también, en muchos aspectos, española. El intercambio epistolar entre ellos publicado por el Museo de Pontevedra, depositario de sus respectivos archivos y bibliotecas particulares, lo corrobora plenamente.

No sabemos ni cómo, ni por qué, ni cuándo se inició la vinculación entre Francisco Javier Sánchez Cantón y Xosé Filgueira Valverde. No es imposible, en una ciudad pequeña como era aquella Pontevedra (¡continúa siendo hoy, a pesar de su crecimiento, una ciudad pequeña!), que esa relación entre los dos sea explicable, en su arranque, a través de contactos existentes entre sus respectivas familias. No olvidemos, a este respecto, que el padre de Xosé Filgueira era un médico conocido y que en una ciudad de “provincias” esa profesión, entonces, no tanto hoy, imprimía carácter.

El primer testimonio material llegado hasta hoy sobre la relación entre las dos personalidades que nos ocupan, una carta breve escrita por Sánchez Cantón, desde Madrid, a Filgueira, residente en Santiago, donde se encontraba estudiando, está datado el 8 de marzo de 1926. De su contenido, sin embargo, cabe deducir que el vínculo entre ambos no era reciente: no se pide a un desconocido o a alguien con quien apenas se tiene contacto y de cuya capacidad, por eso, no se tiene constancia, una información tan precisa y exigente, en tiempo y, sobre todo, en competencia profesional, como es el envío de los dibujos de los punzones, con las “variantes principales”, utilizados en las piezas de orfebrería de Santiago para su incorporación a un repertorio que debía publicarse en el catálogo de una exposición sobre orfebrería, celebrada en Madrid el año anterior y promovida por la Sociedad de Amigos del Arte. Esa solicitud, por otro lado, revela también confianza, la certeza de que la demanda iba a ser atendida con rigor y también con rapidez.

Así debió suceder, sin duda, y eso se infiere no sólo de la ausencia de noticias ulteriores sobre esa materia en el epistolario, claro indicio de que se había atendido satisfactoriamente la petición, sino, sobre todo, del paulatino incremento de la correspondencia entre los dos y, en particular, de los encargos que Sánchez Cantón le hace a Filgueira Valverde, lo que resulta un claro indicio del asentamiento, de la consolidación de la confianza que en él había depositado. Son muestra inequívoca de esta situación dos hechos. Por una parte, el nombramiento de Filgueira Valverde, en 1928, con intervención muy directa de Sánchez Cantón, como Secretario de la Junta Provincial de Pontevedra del Patronato Nacional de Turismo, un organismo creado ese mismo año, y, por otro, la petición, formulada por Sánchez Cantón, receptor inicial de tan honroso y exigente encargo, de que se ocupara de la redacción de la Guía de Santiago que le había solicitado ese organismo, una Guía aparecida en 1932, modélica en su tiempo, muy útil aún en la actualidad como instrumento para aproximarse al ser de una ciudad tan especial como era ya –continúa siéndolo hoy- la capital de Galicia.

El año inicialmente invocado en el párrafo precedente, 1928, es asimismo un año fundamental en la vida de una institución, esencial en la “biografía intelectual” de Sánchez Cantón y Filgueira Valverde, que nucleará también, a partir de ahora, buena parte de sus afanes e ilusiones: el Museo de Pontevedra. Creado por iniciativa de la Diputación Provincial el 30 de diciembre de 1927, el año que nos ocupa, 1928, será, por un lado, el de la adquisición y la rehabilitación, con intervenciones decisivas también de Castelao, del inmueble fundacional de la entidad, el edificio Castro Monteagudo, y, por otro, el de la conformación de su Patronato rector, constituido formalmente el 30 de enero de 1929, con Daniel de la Sota, en cuanto responsable máximo de la Diputación, como Presidente, Sánchez Cantón como Vocal y Filgueira Valverde como Secretario. Serán ellos dos, no obstante la contribución de todos los integrantes del Patronato, entre los que se encontraba el ya citado Alfonso Rodríguez Castelao, quienes se ocupen más directamente de la gestión cotidiana del Museo, uno por jerarquía, prestigio y conocimientos, otro por su cargo, por su edad y por estar viviendo en o más cerca de Pontevedra. El epistolario lo corrobora plenamente. Su lectura, por otra parte, proporciona datos muy precisos sobre el edificio destinado a Museo (labores de restauración y remodelaciones o reajustes de salas), sobre su contenido (criterios expositivos y/o de montaje; conformación paulatina de la colección permanente; incorporación de nuevas piezas, particularmente valiosas, por las circunstancias que en las entidades depositantes concurrían, las procedentes del Museo del Prado o de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, corporación, por cierto, que concedió al Museo de Pontevedra el privilegio de ser el primer centro que recibía un depósito permanente de fondos de su propiedad) y también sobre su biblioteca, un capítulo que los dos, ”hombres de letras”, cuidaron y mimaron desde el principio. Quien toma las decisiones, sin embargo, será siempre Sánchez-Cantón. Filgueira Valverde, un joven prometedor, aún en la fase de formación, de aprendizaje, propone, consulta, incluso en el plano personal/profesional, evidenciando en todo momento un respeto casi reverencial por Sánchez Cantón.

La relación epistolar entre Filgueira Valverde y Sánchez Cantón, esencial para conocer el desarrollo, la vida cotidiana del Museo de Pontevedra en sus primeros años de actividad, se interrumpió durante la Guerra Civil, una etapa que Sánchez Cantón pasó en Madrid (fue decisiva en esos años su labor en la protección y traslado de las colecciones del Museo del Prado) y Filgueira Valverde entre Lugo y Asturias, donde desarrolló actividades relacionadas también con la protección del patrimonio histórico-artístico.

Se recuperó el intercambio epistolar entre las dos relevantes personalidades en el mes de abril de 1939, una vez terminada la contienda bélica referida. Si la última carta conservada de la relación entre los dos protagonistas antes de ese enfrentamiento, muy pesimista, por cierto, dada la tensión colectiva que se vivía, está remitida desde Madrid por Sánchez Cantón (tiene como data el 4 de julio de 1936), la primera tras ese dramático episodio bélico, escrita en el mes de abril de 1939, sin más precisiones, es de la autoría de Filgueira Valverde y está enviada desde Lugo. En ella le da noticias de todo tipo, personales y profesionales, y también lo pone al día de las novedades más significativas del Museo.

Xosé Filgueira Valverde, catedrático de Lengua y Literatura españolas con plaza fija final en el Instituto de Lugo desde el 8 de noviembre de 1935, retorna a Pontevedra, en un principio con carácter provisional, en el mes de octubre de 1939. Aquí, en “su” ciudad, proseguirá la carrera docente, siendo nombrado director en funciones del centro educativo en 1944 y efectivo en 1946. Permanecerá en el cargo hasta su jubilación, producida una vez cumplida la edad reglamentaria de referencia, 70 años, hecho acaecido en el mes de octubre de 1976.

Antes de acceder a la dirección del Instituto y desde el 26 de marzo de 1940, Xosé Filgueira Valverde se hizo cargo también de la dirección del Museo de Pontevedra, sucediendo a Gerardo Álvarez Limeses, quien lo ostentaba, con carácter accidental, desde el 9 de abril de 1937, fecha de la muerte de Casto Sampedro, hasta la de la suya, acaecida el 12 de febrero del año 1940.

La instalación, el asentamiento, que será ya definitivo, de Xosé Filgueira Valverde en Pontevedra propiciará la continuación de la estrecha relación que mantenía desde antes de la Guerra Civil con Sánchez Cantón. Consultas, propuestas, intercambio de opiniones, no siempre coincidentes, sobre las cuestiones más dispares, en su mayor parte relacionadas con el día a día del Museo, son habituales en las cartas que se remiten. Son esos, por otro lado, años decisivos, trascendentales, en la evolución del centro pontevedrés tanto desde el punto de vista de sus instalaciones (se acomete entonces, culminando el proceso el 15 de agosto de 1943, su primera gran ampliación con la incorporación a sus dominios, por compra, del edificio García Flórez, unido al fundacional por medio de un puente ideado por Sánchez Cantón y materializado con maestría por R. Fernández Cochón, arquitecto, entrañable amigo de ambos), como de sus colecciones (se incorporan a su patrimonio conjuntos o piezas tan significativas como el Fondo Sampedro, el Tesoro de Caldas o la Cruz Pastor de azabache; se refuerza el capítulo naval, con especial protagonismo, también sugerido por Sánchez Cantón, ”inventor” de la recreación de su Despacho y de la Cámara de la fragata Numancia, para la figura de Casto Méndez Núñez, como consecuencia del estrechamiento de las relaciones con el Museo Naval de Madrid a raíz de la instalación e inauguración en Marín, en el mismo verano del año 1943, de la Escuela Naval Militar), de su proyección (en 1940 comienzan a programarse exposiciones temporales; se crea luego asimismo la figura del alumno colaborador, anticipo de la consideración generalizada e incuestionable del valor del Museo, de un museo cualquiera, como recurso didáctico; se pone en marcha en 1942 la revista del Museo; comienza a pensarse en la creación, a partir del Museo, de un Centro de Estudios, susceptible de ser integrado en el Patronato José María Quadrado de Centros de Estudios Locales, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, etc.) e incluso desde el punto de vista administrativo: es Sánchez Cantón quien, frente a la propuesta de incorporación del Museo de Pontevedra al grupo de museos provinciales dependientes del Gobierno Central, impone su opinión contraria por considerar que ese hecho restaría autonomía, capacidad de decisión, a la gestión diaria de la entidad.

En todas estas cuestiones, esenciales para el ser del Museo de Pontevedra, son determinantes no sólo los criterios de Sánchez Cantón, sino también su sintonía con Filgueira Valverde, su alter ego, su prolongación en la materialización de las diferentes propuestas e iniciativas que formula. Esa relación tan estrecha y tan sólida se consolida plena y definitivamente el 18 de septiembre de 1943, un mes después de la exitosa inauguración y la consiguiente apertura al público del edificio García Flórez. Ese día le escribe Sánchez Cantón a Filgueira Valverde, desde Madrid, una carta, memorable en clave interna y externa, en la que, tras considerarlo como cómplice (la cita es textual) en el proceso de creación y paulatino desarrollo, no sólo en un sentido físico, material, del Museo de Pontevedra, le pide que lo tutee.

La modificación del tratamiento es algo más que un cortés cambio de palabras. Y el reconocimiento de que Filgueira Valverde ya no era un simple alumno, por muy aventajado que fuera, sino algo más: un compañero, un colega, uno de los suyos. A partir de este momento, Xosé Filgueira Valverde, quien sólo unos meses antes, en una carta que le escribe el 28 de mayo en un contexto muy concreto de dificultades internas, consideraba que el Museo de Pontevedra era una obra propia de Sánchez Cantón, asumirá plenamente, con todas sus consecuencias, la dirección del centro. Sánchez Cantón, sin embargo, no se convertirá en un adorno. Continuará siendo decisivo en su vida cotidiana, pues Filgueira Valverde, como en el pasado, no dejará de hacerle consultas, de pedirle ayuda y consejo, de informarlo de las novedades, encargándole también trabajos, tareas y gestiones muy diversas. Una en particular, por su repercusión mediática actual: su intervención, decisiva, en la compra por parte del Museo de Pontevedra, en 1956, de dos esculturas, formalmente excepcionales, procedentes de la fachada exterior del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela. Unos años antes, en 1950, había escrito para la Colección “Obradoiro”, promovida por la Sociedad Editorial de los Bibliófilos Gallegos –un proyecto contemplado, sugerido ya a mediados de los años treinta, en relación con el Seminario de Estudios Gallegos, por Sánchez Cantón, como documenta una carta de enero de 1936 escrita por él en gallego, lengua, por cierto merece la pena destacar el dato, que utiliza con sorprendente dominio y soltura en la correspondencia con Filgueira Valverde entre 1933 y 1936-, su monografía, que le había encargado ya este último en 1936, sobre el Museo de Pontevedra, un libro cuya lectura, a pesar del tiempo transcurrido desde su aparición, continúa siendo hoy aun inexcusable para documentarse sobre su intrahistoria.

El cambio de tratamiento citado, la modificación de la relación entre las dos personalidades, tendrá también, por otro lado, una repercusión muy llamativa en el contenido y alcance de la correspondencia que con plausible regularidad, a pesar de su reducción en frecuencia y, por lo tanto, en número, debido a sus múltiples compromisos, seguirán manteniendo hasta el 13 de febrero de 1970, día en el que está fechada la última carta conservada cruzada entre ellos, escrita, en este caso, por Xosé Filgueira Valverde (la más tardía de Sánchez Cantón es de 1 de mayo de 1969). En estas cartas más tardías, siendo dominantes, aunque de una manera no tan marcada, las referencias al Museo de Pontevedra y a todo lo que éste significaba como centro o referente cultural (no me parece casual, por eso, que en una carta muy anterior, escrita el 27 de junio de 1943, Filgueira considerara que la relación epistolar entre ellos era “la historia auténtica del Museo”), comenzarán a aparecer también con mucha más asiduidad que antes alusiones a otros ámbitos y cuestiones que afectan tanto a la ciudad de Pontevedra, de la que Xosé Filgueira Valverde será alcalde entre 1959 y 1968 (se detecta en la correspondencia un marcado interés, viendo la progresión de otras urbes más o menos próximas, por impulsarla, promoviendo iniciativas o propiciando intervenciones –en el patrimonio histórico-artístico, en el turismo o en las áreas industrial y forestal, por ejemplo- que sirvieran para estimular su desarrollo como ciudad, que contará por esos años, también, con la proyección mediática de su equipo de fútbol, cuyos éxitos deportivos, en los años centrales de esa década, se mencionan en cartas de los dos), como a Galicia, en la que, a partir de 1944, año de su creación con la pretensión de dar continuidad a la fecunda labor del Seminario de Estudios Gallegos, desaparecido en 1936, cobran un acusado protagonismo, en particular, las referencias al “Instituto Padre Sarmiento de Estudios Gallegos”, organismo del que Xosé Filgueira Valverde será nombrado máximo responsable tras la muerte de Francisco Javier Sánchez Cantón, su primer director, en 1971, e incluso, finalmente, al resto de España.

Sánchez Cantón falleció en Pontevedra el 27 de noviembre de 1971. Legó al Museo de Pontevedra, ratificando una decisión que ya había tomado, como mínimo, el 16 de mayo de 1943 (alude a ella en una carta escrita ese día), su biblioteca privada y su archivo personal, un conjunto de materiales bibliográficos y documentales de gran valor tanto en clave local como gallega, española e incluso internacional dada la proyección mundial de su labor profesional. Creo, a tenor de lo que de la lectura de este epistolario se desprende, que la decisión no fue casual, fruto de una reflexión de última hora. A mi modo de ver, es la culminación lógica de una iniciativa de largo alcance, del gran proyecto de su vida en términos absolutos, no sólo profesionales. Tutelado desde la distancia en un principio, contó para la materialización de su idea con un colaborador “local” leal, eficaz, trabajador y brillante, Xosé Filgueira Valverde, quien, a partir de 1943, supo continuar sus deseos y materializarlos con iniciativas de gran impacto y significación. Su biblioteca y su archivo personal, en este caso a través de la Fundación por él creada y que, obviamente, lleva su nombre, están también depositados en el Museo de Pontevedra. Sin los dos, Francisco Javier Sánchez Cantón y Xosé Filgueira Valverde, sin su modélica sintonía y complicidad, el Museo de Pontevedra sería muy distinto del que hoy es en contenidos y proyección cultural. La cesión por parte de ambos, en un caso, el de Sánchez Cantón, de manera directa, en otro, el de Filgueira Valverde, indirecta, de esos fondos documentales y bibliográficos, es, a la vez, la ratificación de un deseo y la culminación de un proyecto vital. 

El Epistolario, compuesto por un total de 1.357 piezas distribuidas en tres tomos (el reparto, años 1926-1943, para el tomo I; 1944-1952, para el II, y 1953-1970, para el III, no es aleatorio, sino, en esencia, fruto de la supeditación a fechas muy significativas en la vida del Museo que tienen su lógica huella en el contenido de las cartas), fue preparado con un rigor verdaderamente modélico, durante más de dos décadas, por Mª Jesús Fortes Alén, archivera del Museo de Pontevedra, quien, por cierto, compartió despacho durante algunos años con Xosé Filgueira Valverde en el edificio Fernández López del Museo. Su lectura, que recomiendo que se haga serena, detenida, pausadamente, no dejará impasible a ninguna persona. Será, por el contrario, de gran utilidad para todos, pontevedreses, gallegos, españoles e incluso de otras latitudes. Que yo haya dado prioridad a los vínculos de los autores de las cartas con Pontevedra y, principalmente, con su Museo, un proyecto que los unió durante más de cuarenta años, no implica desinterés o minusvaloración de esos otros ámbitos de referencia. Su análisis ofrecerá también, sin duda, datos de valor incuestionable para un mejor conocimiento de lo acontecido durante ese tiempo, singularmente en el amplio y, a veces, difuso territorio de la cultura, en el resto de Galicia, sobre todo (pienso a este respecto, en concreto, en la información directa y precisa que da sobre las iniciativas del Seminario de Estudios Gallegos, especialmente valiosa la datada en los años treinta, sorprendiendo negativamente, por lo contrario, la ausencia o, mejor, la poca presencia de noticias de carácter político, un ámbito en el que, como es bien sabido, Xosé Filgueira Valverde tuvo un protagonismo muy marcado en el ámbito del galleguismo, durante los años de la Segunda República), y, en menor medida, pero de gran significación también, en España y al otro lado de sus fronteras, y eso tanto antes como después de la Guerra Civil, esto es, desde 1926 a 1970, años entre los que están fechadas las 1.357 cartas que conforman este denso Epistolario.

José Carlos Valle Pérez

Director del Museo de Pontevedra

Historiador español, nacido en Pontevedra el 14 de julio de 1891, estudió bachillerato en el instituto de su ciudad natal y, posteriormente, Filosofía y Letras en Madrid, obteniendo Premio Extraordinario de Licenciatura y el Premio Rivadeneira de la Real Academia Española. En 1913 alcanzó el doctorado con la tesis Los pintores de cámara de los Reyes de España, dirigida por Elías Tormo, profesor que con Menédez Pidal, Cayo Ortega y Gómez Moreno fueron fundamentales en su formación. Al concluir sus estudios comienza a colaborar con el Centro de Estudios Históricos de Madrid y en los archivos del Palacio Real y del Museo del Prado. También, por esta época, ocupará en la Universidad madrileña la plaza de profesor auxiliar de Historia y la Cátedra de Literatura Galaico-Portuguesa, vacante tras el fallecimiento del también pontevedrés Víctor Said Armesto.

En 1919 inicia la catalogación de los pintores del Instituto Valencia de Don Juan. Poco después ocupa la cátedra de Teoría de la Literatura y las Artes en la Universidad de Granada para, posteriormente, ocupar la de Historia General del Arte en la de Madrid, de la que fue Vicerrector desde 1958. En 1922 es nombrado Subdirector del Museo Nacional del Prado institución que, como sucesor del pintor ferrolano Fernando Álvarez de Sotomayor, dirige desde 1960 a 1968, etapa en la que realizará una importante labor de reorganización de las salas. Especialmente destacado es su trabajo en el Prado durante la Guerra Civil, ya que aunque en septiembre de 1936 el Gobierno de la República había nombrado a Pablo Ruiz Picasso como Director, el pintor no llega a tomar posesión del cargo siendo Sánchez Cantón el que actuará como Director en funciones, y como tal programa en los primeros días de la contienda las medidas de protección de las obras ante los previsibles bombardeos a la pinacoteca. Aunque totalmente contrario a aprobar la evacuación de las obras maestras del Museo, ya que consideraba mayor el riesgo para la integridad de las mismas un viaje en condiciones tan precarias que su permanencia en Madrid, finalmente será el responsable de la clasificación, protección y organización de los convoyes que en noviembre de 1936 evacúan desde el Madrid asediado hacia Valencia más de dos mil cuadros, la casi totalidad de la colección de tapices y gran cantidad de objetos artísticos. Al término de la contienda Sánchez Cantón tendrá también una responsabilidad directa y fundamental en el difícil regreso de todas las obras, en septiembre de 1939, ya iniciada la II Guerra Mundial, desde el Palacio de Naciones de Ginebra donde habían sido trasladadas desde Valencia en los últimos días de la Guerra Civil.

Fue miembro de número de las academias Española (1949), de Bellas Artes (1925) y Director de la de la Historia (1956) dándose el caso excepcional de que entre 1966 y 1969 dirigió simultáneamente las dos últimas. Nombrado Doctor Honoris causa de la Universidad de Lund (Suecia) en 1960 presidió, además, la Junta de Iconografía Nacional y fue nombrado protector de la Fundación Lázaro Galdiano, Vicedirector del Instituto Diego Velázquez de Historia del Arte, Presidente de la Junta Técnica de Conservación y Restauración de Obras de Arte (1962), Inspector General de Museos (1963) y Vicepresidente del Consejo Nacional de Educación.

Autor de una copiosa bibliografía compuesta por más de ochocientos títulos en la que destaca, además de poesía e incluso alguna novela, fundamentalmente su obra erudita que puede clasificarse en investigaciones literarias y bibliográficas, estudios histórico artísticos y biográficos (sobre todo referentes al Museo del Prado, Velázquez y Goya), como, Los retratos en el Museo del Prado (1919), Los tapices de la Casa del Rey (1919), en colaboración con Tormo, Fuentes literarias para la Historia del Arte Español (5 v., 1923-43), Dibujos de antiguos maestros españoles (1933) y Los dibujos de Goya (2 v., 1952), entre otros; así como monografías y artículos de tema gallego.

Viajero y trabajador incansable, aunque establecido profesionalmente en Madrid se mantuvo hasta el final de su vida en permanente contacto con Galicia y muy especialmente con Pontevedra, ciudad que en 1950 le concede la Medalla de Oro y cuya Diputación le declara hijo predilecto de la provincia, promoviendo publicaciones en gallego e investigando temas literarios, biográficos, artísticos e históricos. Prologó en gallego obras de Ramón Cabanillas y Agustín Portela Paz, y con Castelao, con quien mantuvo una íntima amistad, dirigió personalmente la cuidadísima edición del álbum Nós. Colaboró y fomentó también instituciones e iniciativas musicales como el curso internacional Música en Compostela y, especialmente, la Coral Polifónica de Pontevedra y en 1943, junto con otros miembros del extinguido Seminario de Estudos Galegos, entre otros Xesús Carro García, Cordero Carrete, Otero Pedrayo, Bouza Brey y Xosé Filgueira Valverde, crea el Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, en el que además de dirigir la primera junta de la entidad se encargará de la dirección de la Sección de Bibliografía y Publicación. Fue también el primer presidente y orientador de la Sociedad de los Bibliófilos Gallegos e iniciador de la Fundación Pastor de Estudios Clásicos.

En 1927, junto con Daniel de la Sota, Casto Sampedro Folgar, Castelao, Losada Diéguez, José Millán, López de la Ballina, Raimundo Riestra y Filgueira Valverde, fue uno de los patronos fundadores del Museo de Pontevedra y una de las personas que más contribuyó a su desarrollo posterior. Su participación será trascendental ya que junto con Castelao fue uno de los ideólogos del proyecto sentando las bases de las colecciones e incluso de la restauración de elementos arquitectónicos del edificio Castro Monteagudo, primero con el que contó el Museo de Pontevedra. Nombrado Director Honorario en 1940, también será fundamental el apoyo que brindó al Museo utilizando sus contactos desde todos sus cargos en distintas instituciones, e incluso tras su fallecimiento, que tuvo lugar en Pontevedra en 1971, al realizar un importante legado testamentario en el que destaca especialmente su archivo personal y su biblioteca.

El archivo personal, sobre el que pesaba una disposición en el testamento redactado en 1963 que hizo que estuviese precintado hasta hace poco tiempo, abarca todas las facetas personales y profesionales de Sánchez Cantón. Son numerosísimos los originales de trabajos propios sobre Velázquez, Goya y otros temas de Historia del Arte. Por otra parte, la correspondencia es un riquísimo material para conocer aspectos de su vida, de sus relaciones y su trabajo cotidiano, así como su implicación en proyectos culturales de diversa índole. Además de un riquísimo archivo gráfico, cuenta también con una importante colección de materiales recopilados sobre otros autores entre los que destacan las cartas autógrafas de fray Martín Sarmiento a doña Constanza de Lemos y Valcárcel, donadas ya en vida, o el lote de diecinueve cartas de Manuel Murguía a Carlos Ramón Fort, director de la Real Academia de la Historia, a finales del siglo XIX.

Otra mención especial merece su magnífica biblioteca formada por 15.000 volúmenes. Se trata de una biblioteca especializada en arte, adquirida a lo largo de los años para ejercer su labor profesional, que cuenta con ejemplares únicos, como un Diccionario de Lebrija editado en 1550, y que constituye una excepcional fuente de información especialmente en el apartado correspondiente a la bibliografía de Goya.

Xosé Filgueira Valverde fue una de las figuras más destacadas de Galicia en el siglo XX, una centuria que, en buena medida, llena con su propia existencia, pues nació en 1906 y falleció en 1996. Su trayectoria vital, significada por la diversidad y amplitud de sus actividades, intereses y saberes, tuvo un núcleo vertebrador inequívoco, Galicia y a su cultura, entendida ésta en su más amplia acepción, con dos privilegiados ejes de referencia: Pontevedra, la ciudad en la que vio la luz, y Santiago de Compostela, la urbe con proyección ecuménica en la que recibió en lo esencial su sólida formación intelectual.

Filgueira Valverde nació en Pontevedra el 28 de octubre de 1906. Cursó con brillantez, a partir de 1917, los estudios de bachillerato en el Instituto de la ciudad. En 1922 empezó en la Universidad de Santiago la carrera de Filosofía y Letras, terminada en 1927, en la Sección de Ciencias Históricas, en la Universidad de Zaragoza. Un año después, en 1928, concluye en la de Compostela, con Premio Extraordinario, los estudios de Derecho.

En 1928 comenzó también su carrera docente. La inició, como ayudante interino de la Sección de Letras, en el Instituto de Pontevedra. Siete años más tarde, en 1935, gana por oposición la Cátedra de Lengua y Literatura Española del Instituto Jaime Balmes de Barcelona, desde el que pasa sucesivamente por el de Melilla y llega al de Lugo, donde toma posesión de su plaza el 8 de noviembre, una semana antes de la defensa en la Universidad de Madrid de su tesis de doctorado sobre la Cantiga CIII de Alfonso X el Sabio. Permanecerá en Lugo hasta 1939, año en el que, con carácter provisional en un principio, se traslada al Instituto de Pontevedra, centro del que será nombrado director en funciones en 1944 y efectivo en 1946. Permanecerá en el cargo hasta su jubilación académica en octubre de 1976.

A lo largo de su vida, participó de manera decisiva en la creación o potenciación de numerosas instituciones, algunas de capital significación en el panorama cultural de su tiempo. Merecen reseña, por las especiales circunstancias que en ellas concurren, cuatro entidades: el Seminario de Estudos Galegos, el Museo de Pontevedra, el Instituto Padre Sarmiento de Estudios Gallegos y el Consello da Cultura Galega.

El Seminario de Estudos Galegos se creó el 12 de octubre de 1923, en Santiago, por iniciativa de un grupo de universitarios muy jóvenes, él uno de ellos. Será el primero, tras el Presidente, Armando Cotarelo Valledor, en leer su discurso de ingreso en el Seminario, clave para entender en buena medida la Galicia del siglo XX. Promovió en su seno iniciativas de carácter muy diverso, siendo nombrado en 1933 director de la Sección de Historia de la Literatura.

El Museo de Pontevedra surge por iniciativa de la Diputación Provincial, entonces presidida por Daniel de la Sota, el 30 de diciembre de 1927. Filgueira, estrechamente relacionado con el grupo que promovía su creación, concebida para dar continuidad a la fecunda labor de la Sociedad Arqueológica de Pontevedra, fue nombrado Secretario de su Patronato fundacional, constituido formalmente el 30 de enero de 1929. Junto a De la Sota, lo componían, entre otras, personalidades tan destacadas como Casto Sampedro, el primer director de la entidad (había sido antes el alma mater de la citada Sociedad Arqueológica), Castelao, Losada Diéguez o Sánchez Cantón. El Museo será, sin duda, la iniciativa de más empeño de su larga y fructífera vida. A él, en puestos y cometidos diferentes (lo dirigió entre 1940 y 1986, siendo responsable último de su plena consolidación y proyección), estará vinculado hasta el momento de su fallecimiento, acaecido, en la misma ciudad y en la misma casa en la que había nacido, el 13 de setiembre de 1996.

El Instituto Padre Sarmiento de Estudios Gallegos se estableció legalmente en Santiago el 15 de febrero de 1944. Se crea, promovido por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, para tratar de llenar el vacío existente en el panorama cultural gallego como consecuencia de la desaparición, en 1936, del citado Seminario de Estudos Galegos. En el Instituto dirigió en un principio la Sección de Historia del Arte, siendo nombrado en 1972, tras el fallecimiento de Francisco Javier Sánchez Cantón, director del Organismo.

El Consello da Cultura Galega, cuya creación está expresamente contemplada en el Estatuto de Autonomía de Galicia, es el resultado de su gestión como Conselleiro, adjunto a la Presidencia de la Xunta de Galicia para la Cultura, en el primer Gobierno autonómico presidido por Gerardo Fernández Albor. Instituido formalmente el 7 de diciembre de 1983, cuando ya no era Conselleiro de Cultura, formó parte de su primer Plenario como personalidad gallega relevante. Lo presidirá desde el mes de octubre de 1990 hasta su fallecimiento.

No fue el de Conselleiro el único cargo de carácter político que ostentó Filgueira Valverde durante su vida. Mucho antes, entre 1959 y 1968, había sido Alcalde de Pontevedra. Incluso más atrás, entre 1931 y 1936, había desarrollado una muy intensa actividad política, primero en relación con el Partido Galeguista (fue elegido Secretario Técnico en la Asamblea Constituyente del partido celebrada en Pontevedra a principios de diciembre de 1931, permaneciendo en el cargo algo más de dos años), con posterioridad en Dereita Galeguista, partido nacido en 1935 de una escisión del anterior, explicable por razones ideológicas y estratégicas.

Filgueira Valverde es autor de una copiosísima producción científica. En el libro, finalmente póstumo, promovido por Caixapontevedra en 1996, con el que se le quería homenajear con motivo de su noventa cumpleaños, se recogen, por un lado, un total de 2.136 publicaciones, la última, Os poetas de 1935 y la primera, un artículo sobre Gelmírez aparecido en la revista Renovación, el 23 de enero de 1923, cuando tenía sólo algo más de dieciséis años. La consulta de su obra permite afirmar que, con Galicia como protagonista inequívoca, pero no exclusiva, ningún campo del saber quedó fuera de su interés y curiosidad. Es evidente, no obstante, que su mayor actividad se concentró en la historia, la arqueología, la antropología, el arte y la literatura, con destacadas incursiones en el terreno de la creación (prosa y poesía).

No es fácil, ante tan abrumador cúmulo de referencias, destacar alguna publicación de Filgueira Valverde en particular. Son muchas, en efecto, las que, por lo que supusieron unas veces en el momento de su aparición o incluso por lo que aún hoy comportan por no haber sido superadas en lo esencial, las que merecerían ser reseñadas. Si fuese obligada una sola mención, la cita debería recaer sin discusión, como ha sido reiteradamente comentado, sobre todo por Alonso Montero, en las nueve entregas de la obra genéricamente titulada Adral, recopilación de artículos de alcance y significación muy dispar, rebosantes siempre de erudición, la mayor parte publicados en periódicos, particularmente en Faro de Vigo.

En el transcurso de su vida, Filgueira Valverde fue distinguido con numerosos premios, condecoraciones y distinciones. Sirvan de testimonio, por un lado, las Medallas de Oro de sus dos ciudades, Pontevedra y Santiago, y, por otro, su elección como académico numerario de la Real Academia Gallega y de la Real Academia de la Historia. Dedicó su discurso de ingreso en esta Corporación, en 1981, a fray Martín Sarmiento, el sabio monje benedictino del siglo XVIII, berciano de nacimiento por accidente, pontevedrés de corazón y militancia, con el que tanto se identificó, y en la primera, en 1941, a la épica en la Galicia medieval, un campo de trabajo en el que sus aportaciones, aún hoy, tal como sucede también en el ámbito de la lírica, siguen siendo de invocación absolutamente imprescindible.

 

Información

  • Sala Guitarte
  • Martes 29 de mayo de 2018
  • 19:30 horas
  • Entrada libre y gratuita hasta completar aforo

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