Organizada por el Centro Cultural Coreano de Madrid en colaboración con la Academia, y comisariada por la historiadora Hwang Jinyoung, la exposición explora la pureza de los sentimientos paternos a lo largo de los años a través de una selección de trajes tradicionales coreanos para niños, handbok infantiles, pertenecientes a las colecciones del Museo Conmemorativo Seok Juseon de la Universidad de Dankook.
La exposición está dedicada al amor hacia los descendientes (hijos, nietos) y a cómo las prendas y complementos que llevaron los niños coreanos fueron elaborados con profundo cariño, vinculado al simbolismo en sus vidas. Se exhibe una selección de hanbok infantiles −indumentaria tradicional de Corea− que recorre el último periodo de la dinastía Joseon (1392-1897) y parte del siglo XX a través de trajes cuidadosamente preservados, procedentes del Seok Juseon Memorial Museum de Dankook University.
El amor y la preocupación de los padres y abuelos se materializaba a través de la elaboración manual de trajes tradicionales en los que se volcaban los más sinceros deseos y expectativas para el futuro de sus descendientes. Esta voluntad se articulaba en torno al principio de que los niños debían ser cuidados y protegidos, respetados y amados, porque ellos tenían las llaves para alcanzar un futuro mejor. Las familias expresaban el amor y el cuidado hacia ellos obsequiándoles con vestimenta hecha a mano y celebrando el Baek-il, los primeros cien días de su nacimiento. También se celebraba su primer cumpleaños, conocido como Dol, y el Gwanrye, la ceremonia de la mayoría de edad.
Hay numerosos testimonios de los objetivos que determinaban la elaboración de los handbok infantiles: “Cosí esta tela con todo mi corazón deseando que mi nieta viviera sana, no padeciera ninguna enfermedad, y disfrutara de la felicidad” / “Estoy haciendo ropa para mis nietos. Cuando hago ropa, la hago con la esperanza de que crezcan sanos y seguros”.
La exposición Retazos de amor filial irradia el espíritu y el alma coreana, las tradiciones y raíces del país, de una sociedad fundamentada en valores familiares que provienen del neoconfucionismo. La exposición representa algo más que vestimenta, ya que ofrece una visión de la identidad de Corea y su patrimonio cultural. Muchas de las prendas y complementos de la exposición, pertenecen a la dinastía Joseon, dividida en cuatro clases sociales de acuerdo con las costumbres neoconfucianas de jerarquía y armonía: yangban (aristocracia), jungin (clase media), sangmin (plebeyos) y cheonmin (clase baja). Cada tipo de prenda y hanbok reflejaba la posición en la sociedad. Con una clara predilección por el color blanco, relacionado con la innata pureza del espíritu coreano, también se exponen prendas que combinan colores, especialmente para ocasiones ceremoniales y simbología en distintos patrones. Las formas y líneas fluidas del hanbok derivan del amor del pueblo coreano por la naturaleza y la necesidad de estar en armonía con la misma.
La muestra presenta un recorrido por las distintas etapas de la vida del niño, articulada en tres apartados:
El nacimiento y el primer año de vida. Desde la antigüedad la vestimenta tradicional coreana ha permanecido a lo largo del tiempo como un aspecto de autenticidad de la cultura de Corea. En la primera sección se exponen las prendas del recién nacido acompañadas de accesorios y objetos que datan del siglo XIX. El más antiguo conservado es una camisa (Baenaet Jeogori) de principios del siglo XVII. Se exhibe la vestimenta para el Baek-Il o la celebración de los cien días de vida −momento en el que se viste al bebé con la prenda denominada de las cien costuras− y del Doljanchi o primer cumpleaños del bebé, en el que se le viste con ropa nueva y trajes bordados con los diez símbolos de longevidad.
Preocupación por la salud del niño. Periodo dedicado al aprendizaje del niño en el que priman las prendas de colores llamativos como el amarillo, verde, rosa, azul marino, jade y morado. Indumentaria para festividades acompañadas del principio del ying y el yang, complementos con brocados y ropa de uso cotidiano.
Un inmenso apoyo para los pequeños adultos. Los niños de las familias elitistas empezaban a recibir lecciones para convertirse en adultos cuando alcanzaban los siete años de edad. Durante este proceso, que se alargaba hasta los quince años, llevaban ropa muy similar a la de los adultos, con abrigos, trajes y complementos.