Con motivo del ingreso de Juan Carlos Garvayo como nuevo académico numerario de la Sección de Música, el Trío Arbós, del que es pianista y fundador, ofrece este concierto en la Academia.
Premio Nacional de Música 2013, el Trío Arbós se fundó en Madrid en 1996, bajo el nombre del célebre director, violinista y compositor español Enrique Fernández Arbós (1863-1939). En la actualidad es uno de los grupos de cámara más prestigiosos del panorama musical europeo.
Desde su fundación, uno de los principales objetivos del Trío Arbós ha sido la contribución al enriquecimiento de la literatura para trío con piano clásico a través del encargo de nuevas obras. Compositores de la talla de Georges Aperghis, Ivan Fedele, Toshio Hosokawa, José Luis Turina, Tomás Marco, Mauricio Sotelo, Bernhard Gander, Thierry Pécou, Elena Mendoza, José María Sánchez Verdú o Jesús Torres, entre más de un centenar, han escrito obras para este conjunto.
Trío Arbós
Ferdinando Trematore violín
José Miguel Gómez violoncello
Juan Carlos Garvayo piano
Programa
José Luis Turina (1952)
Tres tercetos (2003)
Trío
Triduo
Triple
Toshio Hosokawa (1955)
Trío (2013)
José María Sánchez-Verdú (1968)
Jardín de agua II (Trío VI) (2024)
Maurice Ravel (1875 – 1937)
Trío (1914)
Modéré
Pantoum. Assez vif
Passacaille. Très large
Final
Música agradecida
Juan Carlos Garvayo
El concierto que hoy interpretamos en este salón de actos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando es mi humilde ofrenda a esta institución y a los académicos que la componen; ellos me concedieron recientemente el honor de pertenecer a ella como académico numerario. El discurso de ingreso que leí el 26 de enero (contestado por el Excmo. Sr. D. José Luis García del Busto), se tituló Música compartida: reflexiones sobre la práctica camerística. En su contenido aludo a la práctica de la música de cámara como modo de «apertura hacia lo otro» y de «vía hacia una comprensión más auténtica –y por lo tanto mejor– del fenómeno artístico». Gracias a la generosidad de Ferdinando y José Miguel —mis colegas del Trío Arbós— hoy puedo compartir con esta Academia y con el público presente la «parte práctica» de ese discurso, fruto de nuestra larga experiencia como músicos de cámara. La «música agradecida» que hoy ofrecemos es nuestra obra, al igual que el cuadro lo es para el pintor o la escultura para el escultor.
Así como el alma —la individual o la del mundo— se nutre de memoria, el alma de un conjunto de cámara también se alimenta tanto de la música imaginada que alentó su origen como de la digerida a lo largo de los años. Un conjunto de cámara es un organismo vivo que experimenta ciclos vitales similares a los de cualquier ser: nace de la ilusión común de sus miembros, se desarrolla y transforma con esfuerzo por los vericuetos de su existencia cotidiana, y finalmente se disuelve dejando un legado que, en el mejor de los casos, sirve de modelo conceptual a futuros conjuntos. Esta herencia puede contener, quizás, algún hallazgo interpretativo de obras del pasado, pero es más rica si además incluye repertorio creado ex profeso por compositores coetáneos. El programa que hoy nos concierne resume la construcción de ese legado a través de nuestros casi 30 años de existencia: incluye el Trío de Ravel, una obra maestra que hemos interpretado en infinidad de ocasiones y repensado otras tantas; pero también tres obras escritas expresamente para nosotros por dos aclamados compositores y amigos, José Luis Turina y José María Sánchez-Verdú —académicos también de esta casa— y por Toshio Hosokawa, otro gran nombre de la composición internacional.
Los «turina» han sido una constante en nuestros programas desde nuestra fundación en 1996. Primero fueron los tríos de D. Joaquín (cuya integral llevamos al disco en el año 2000), pero también muy pronto llegaron los de su nieto, José Luis. Ya en 1999 tocamos su Trío de 1983 y desde entonces latía en nosotros la esperanza de que escribiera algo para nosotros. La oportunidad surgió en 2003 en el desaparecido Festival de Música Contemporánea de Alicante. En Tres tercetos (2003) —una obra que se enmarca dentro de una secuencia precedida por Dos duetos para violonchelo y piano y Cuatro cuartetos para cuatro corni di basetto— Turina explora de manera brillante su particular síntesis de tradición y modernidad. Su estructura formal parte de un concepto de inspiración fractal enel que cada una de sus partes (Trío, Triduo, Triple) brota de la anterior, desarrollando el material precedente con mayor complejidad y duración. El resultado es, en palabras del compositor, «una suerte de zigzag formal, cuya representación gráfica más ajustada sería la de una gran Z deformada». Citando mis propias notas a nuestra reciente grabación de la integral de sus tríos con piano, añadiríamos que, además, «el material musical bulle entre un intrincado y nervioso contrapunto de marcado carácter rítmico, y pasajes líricos de cierto estatismo. Motivos y texturas reconocibles aparecen y desaparecen en sus diferentes estadios de desarrollo, conformando una vertiginosa sensación que se asemeja a la de un ser vivo en proceso metamórfico». Tres tercetos se estrenó el 2 de octubre de 2003.
La relación entre tradición —representada por las raíces estéticas y espirituales de la cultura japonesa— y la vanguardia musical occidental es también un signo distintivo del inconfundible lenguaje musical de Toshio Hosokawa. Nacido en Hiroshima, ciudad marcada por la tragedia, y formado en Alemania con Klaus Huber e Isang Yun, Hosokawa es actualmente el compositor japonés de mayor alcance internacional. En el año 2004 tuvimos la oportunidad de trabajar mano a mano con él en un monográfico que se presentó en el Auditorio Nacional de Madrid. A pesar de su extrema timidez, Toshio transmitía su visión musical en los ensayos con particular magnetismo. De él aprendimos interesantes conceptos sobre la importancia de la gestualidad musical, emparentados con el arte de la caligrafía japonesa. Años después, decidimos encargarle este Trío que estrenamos en el Festival Musica de Estrasburgo el 22 de septiembre de 2013. La obra se adentra en el mundo de los chamanes, considerándolos dáimones o intermediarios entre el mundo terrenal y el celestial. El violín y el chelo representan arquetipos de lo femenino y masculino respectivamente, encarnados en las voces de dos chamanes. El piano simboliza el cosmos o la naturaleza que los abraza y comprende. En definitiva, el yin y el yang del taoísmo —filosofía o vía espiritual muy cercana al compositor— como polos opuestos que se complementan, que se consumen y se generan mutuamente en perfecta armonía. Un mensaje que, tras desvanecerse en el silencio el último sonido, permanece en la memoria con contundente expresividad.
Otra tradición, la árabe, de fuerte vocación espiritual y exquisita realización en el arte, es la fuente de inspiración de Jardín de agua II (Trío IV) de José María Sánchez-Verdú. Si el sufismo, la caligrafía o el arte árabe en general han sido temas primordiales en algunas de las más importantes obras del catálogo del compositor algecireño, el trío que nos concierne explora la crucial relación del pensamiento árabe con el agua y la luz. Sorprende, por admirable, la riquísima y novedosa movilidad de texturas y sonoridades que Sánchez-Verdú extrae de una formación tan clásica como la del trío con piano. Nadie mejor que él mismo para explicar su representación musical de la «organicidad, movilidad, fluctuación, [y] sonoridad» del agua: «[Jardín de agua II] hace un uso especial de la agógica, de las resonancias del piano y de la superposición de capas distintas de percepción entre los tres instrumentos. La pieza articula no solo estos límites como campo de trabajo, sino que también presenta ciertas formas de espejos (simetrías, deformaciones de imágenes, etc.) o superposiciones de tempi». Encargo del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, damos fe, como primeros intérpretes, de su estreno en el Patio de los Arrayanes de La Alhambra el 17 de junio de 2024, en conversación perfecta con la arquitectura, la ornamentación, las inscripciones epigráficas y el estanque de ese prodigioso lugar.
La primera mitad del siglo XX no es muy prolija en obras maestras para trío con piano. Compositores como Bártok, Stravinsky, Schönberg o Hindemith ignoraron este género. Sin embargo, bastaría una obra de la categoría y dimensiones del Trío de Ravel para justificar ese prolongado periodo de sequía. Ravel se acerca a los cuarenta años cuando estrena esta obra en enero de 1915. La guerra ha estallado y en ella cumplirá un cometido modesto como conductor de ambulancias. Ya es el compositor de obras indiscutibles como el Cuarteto, los ballets Daphnis et Chloé y Ma mère l’Oye, los Trois poèmes de Mallarmé y series pianísticas de la importancia de Sonatine, Miroirs, Gaspard de la nuit y Valses nobles et sentimentales.
Aparte de su sólida construcción formal en cuatro movimientos, esta obra impacta por su novedad en el tratamiento temático —entroncado con la tradición de sus predecesores pero de manera más sutil y eficaz—, por su sorprendente uso de la modalidad en combinación con una armonía rica y compleja, y por los numerosos hallazgos tímbricos (separación de dos octavas entre violín y chelo, trémolos, pizzicati, armónicos y una exuberante escritura pianística) que la hacen única y distinta dentro del ilustre catálogo de obras maestras escritas para esta combinación instrumental. Los elementos populares del propio origen vasco del compositor afloran en el primer movimiento (Modéré), como vestigios sublimados de un zortziko perteneciente a un proyecto descartado de concierto para piano titulado Zaspiak bat (las siete, en una). Ecos de la bella languidez de su pavana emergen también en el segundo tema que, dilatado entre ritardandi y fenomenales hallazgos armónicos, acaba impregnando el carácter del tema inicial para, en la coda, disolverlo en la lejanía. Pantoum es un inquieto scherzo vertebrado por la homónima forma poética de origen malasio utilizada previamente por Verlaine y Baudelaire. La forma musical sigue al dedillo su versificación entrelazada, combinando de manera prodigiosa dos temas revestidos de escurridizo ropaje armónico. La monumental solemnidad de Passacaille nos devuelve a la serenidad del inicio con su —en palabras de Marnat— «altiva demostración de contrapunto expresivo». Las últimas palabras del piano dan paso, sin solución de continuidad, al explosivo Final. Anunciado por los espectaculares armónicos y acordes en trémolo, de violín y chelo respectivamente, que arropan el material temático del piano, el movimiento progresa paulatinamente en busca de un clímax conclusivo que finalmente llega extrayendo del trío con piano su máxima capacidad sonora.
Premio Nacional de Música 2013, el Trío Arbós se fundó en Madrid en 1996, bajo el nombre del célebre director, violinista y compositor español Enrique Fernández Arbós (1863-1939). En la actualidad es uno de los grupos de cámara más prestigiosos del panorama musical europeo.
El Trío Arbós actúa con regularidad en las principales salas y festivales internacionales: Konzerthaus de Viena, Conservatorio Tchakovsky de Moscú, Academia Sibelius de Helsinki, Teatro Colón de Buenos Aires, Auditorio Nacional de Madrid, Wittener Tage für neue Kammermusik, Festival de Kuhmo, Bienal de Venecia, Festival de Spoleto, MUSICA Festival de Estrasburgo, Philarmonie de Berlín, Festival Klangspuren, ULTIMA de Oslo, Time of Music de Viitasaari, Festival Casals de Puerto Rico, Bienal de Flamenco de Holanda, Festival Transart de Bolzano, Quincena Musical Donostiarra, Festival de Musica y Danza de Granada, Bienal de Flamenco de Sevilla, etc.
Una extensa y variada discografía de más de 30 álbumes da cuenta de la naturaleza audaz e innovadora de un conjunto que ha contribuido de manera decisiva a la recuperación del patrimonio musical español e iberoamericano (Pedrell, Turina, Granados, de Falla, Malats, Gombau, Bautista, Remacha, Bacarisse, Nin-Culmell, Suriñach, etc.); a la creación musical contemporánea (monográficos dedicados a Torres, de Pablo, Erkoreka, Sierra, etc.) o al diálogo con géneros tan diversos como el flamenco (Travesías con Rafael de Utrera, el jazz (Kapustin, Play it again), la zarzuela o los boleros (en colaboración con Sandra Carrasco). No en vano, la prestigiosa revista londinense Gramophone ha definido al Trío Arbós como “uno de los grupos de cámara más completos y orientados al futuro de la actualidad”.
Desde su fundación, uno de los principales objetivos del Trío Arbós ha sido la contribución al enriquecimiento de la literatura para trío clásico a través del encargo de nuevas obras. Compositores de la talla de Georges Aperghis, Ivan Fedele, Toshio Hosokawa, José Luis Turina, Tomás Marco, Mauricio Sotelo, Bernhard Gander, Thierry Pécou, Elena Mendoza, José María Sánchez Verdú o Jesús Torres, entre más de un centenar, han escrito obras para este conjunto.
Sus novedosos proyectos son regularmente patrocinados por instituciones de prestigio como la Ernst von Siemens Musikstiftung y la Fundación BBVA. En la actualidad, graban exclusivamente para su propio sello, Sacratif. Su último trabajo, que incluye las versiones para clave y piano del Concerto de Manuel de Falla, ha sido calificado por la crítica internacional como una de las mejores grabaciones de esta obra maestra de la literatura española.
Ferdinando toca un violín A. Guadagnini (1781). José Miguel toca un violoncello del luthier Haat-Uilderks (2010).