Interpretado por los pianistas Laura Serra Marín y Carlos de la Blanca Elorza, quienes interpretarán obras de Haydn, Chopin, Scarlatti, Schumann y Albéniz, con este recital de piano se inicia la programación conjunta para el año 2017 entre la Academia y el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid.
Pianistas
Laura Serra Marín [I: Hydn, Chopin]Carlos de la Blanca Elorza [II: Scarlatti, Schumann, Albéniz]
Programa
IFranz Joseph Haydn (1732-1809)
- Sonata en Mi b Mayor núm. 59, Hob. XVI:49
- [Allegro / Andagio e cantábile / Finale: Tempo di Minuet]
- Balada para piano núm. 1 en Sol Menor, op.23
II
Domenico Scarlatti (1685-1757)
- Sonata K. 1 en Re Menor
- Sonata K. 466 en Fa Menor
- 1er movimiento “Durchaus fantastisch und leidenschaftlich vorzutragen Im Legenden-Ton” de la Fantasía op. 17
- “Eritaña” de la Suite Iberia (IV cuaderno)
Haydn dio a la sonata una forma de recursos variados e infinitos, capaces de responder a unas exigencias de expresividad que el Romanticismo naciente quería más personal. Los cuadros creados por Franz Joseph Haydn son siempre vivos y nuevos, gracias a su maravillosa espontaneidad, a su libertad de espíritu, a su sagacidad. La forma nunca fue para él algo prefabricado sino, al contrario, un molde flexible y maleable al servicio del pensamiento y de la expresión. Entre las últimas cinco sonatas, la número 59, compuesta entre 1789 y 1790, ocupa una posición especial: se trata del célebre testimonio de afecto que liga a Haydn con Marianne von Genzinger, que fue para el músico un recurso tan grande en sus últimos años solitarios de estancia en Eszterhaz. La escritura pianística es fluida y ligera. Nunca Haydn estuvo tan cerca de su amigo Mozart.
Frédéric Chopin dedicó su primera balada para piano al barón Stockhausen, embajador de Hannover en Francia. Según Schumann, esta balada le fue sugerida por la lectura de Conrad Wallenrod, vasto fresco poético de Mickiewicz que narra un episodio dramático de los combates llevados a cabo por los caballeros de la Orden Teutónica contra los paganos. Pero, ¿podemos imaginar que Chopin hubiera pensado, aunque solo fuera por un instante, en poner música a escenas tan odiosas y extrañas a su naturaleza? Preferimos ver en ella, como hace Liszt, “una odisea del alma de Chopin”. Ésta era una de las obras preferidas de Chopin, como confirma una carta que escribió Schumann a Dorn, su antiguo profesor de contrapunto, en septiembre de 1836, después de haberse encontrado con Chopin en Leipzig.
No se conoce ningún autógrafo de las obras de clavecín de Domenico Scarlatti y su cronología plantea delicados problemas en razón de la imprecisión de las fechas. Sólo una edición fue publicada bajo su dirección, en 1738, en Londres. Son los famosos Exercizi per Gravicembalo, o sea, treinta sonatas dedicas al rey de Portugal. Quince volúmenes manuscritos, que contienen cuatrocientas noventa y seis sonatas copiadas en España por la reina María Bárbara, alumna de Scarlatti, se conservan en la Biblioteca Marciana de Venecia. La tradición italiana, que Scarlatti asimiló junto a su padre, se transformará en él con el descubrimiento de la guitarra y de los ritmos populares españoles. El dibujo de Scarlatti es muy personal. Sus temas son breves y su invención, melódica y rítmica, es inagotable. Es un innovador, ya que dentro de una misma y única sonata logra mezclar una gran cantidad de medios técnicos.
Robert Schumann es el prototipo del músico romántico por excelencia: un poeta que se expresa por medio de los sonidos. En el plano de la composición, raramente encontraba el equilibrio tan buscado en la gran arquitectura y, cuando lo encontraba, era a menudo a expensas de la tensión vital. Una sola vez en su vida encarnó en una obra perfecta esta paradoja del desequilibrio, del caos en el orden, de la huida en lo permanente: la Fantasía opus 17 que sigue siendo quizá la mejor realización de toda su obra pianística. El inmenso primer movimiento (“tocarlo del principio al fin de una forma fantástica y apasionada”, nos dice Schumann), el más rico y de mayor contenido de ideas de los tres, es casi una forma sonata. A despecho de la violencia del lenguaje, no convendría exagerar el desorden de la estructura formal, pese a todo dominada, incluso cuando la naturaleza inestable y dinámica de sus líneas hace la percepción más difícil. Es una mezcla indefinible en la que Florestán y Eusebius se encuentran inextricablemente confundidos.
Con Iberia estalla el genio largamente contenido de Isaac Albéniz. Esta importante colección sigue siendo una obra maestra absoluta de la literatura pianística. Consta de doce “impresiones” compuestas entre 1905 y 1908, repartidas en cuarto cuadernos. “Eritaña” es la última pieza de la serie. Danza de un albergue a las puertas de Sevilla, es iluminada de lleno por la tonalidad de Mi bemol Mayor. El ritmo principal, que recorre los dos temas, es el de una sevillana: el primero de una desbordante alegría, como repleto de risotadas, marcado por continuas apoyaturas percutientes y vibrantes pizzicati. El segundo más dulce, más evasivo. Desarrollo muy modulante con una repetición rápida y después una gran coda, primero alegremente expansiva, seguida de un vigor creciente, para concluir con un resplandeciente fortissimo.
François-René de Tranchefort
Información
- Salón de actos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
- Alcalá 13, Madrid
- Sábado 28 de enero, 12:00 horas
- Entrada libre y gratuita. Aforo limitado