El pianista Aurelio Viribay y el Cuarteto Vocal Europa, formado por la soprano Vanessa García, la mezzosoprano Marta Knörr, el tenor Diego Blázquez y el barítono José Antonio Carril, presentan en la Academia el segundo de los conciertos que acompañan a la exposición Goya. El despertar de la conciencia.
Entre patriotismo y afrancesamiento
El título de estas escasas letras casa como anillo al dedo al espíritu de Francisco de Goya y que fue estrictamente el de su íntimo amigo, el más grande intelectual de la época: el gijonense Gaspar Melchor de Jovellanos, grande entre los grandes, pues muchos hubo en aquel período que merecería ser conocido como “la edad de los exilios”, porque no hubo una oleada de huidos o desterrados, sino al menos dos y, además, curiosamente de encontradas ideologías. Si los hubo ante la invasión napoleónica fueron pocos, Rodríguez de Ledesma entre otros, pues hubo más patriotismo que desfallecimiento. Pero la marcha del rey José y el triunfo de los doceañistas produjo un exilio masivo de aquellos que, por sus ideas novedosas, no por interés, que también los hubo, colaboraron o simpatizaron con los ideales franceses, no por imperiales, menos herederos de la Revolución. Así los constitucionalistas, al emanciparse tardía y como sabemos, temporalmente, de las fechorías de Fernando VII, tras el trienio liberal y gracias en buena medida al socorro francés auspiciado por Chateaubriand tuvieron que poner tierra de por medio, muchos a París, algunos a Londres y finalmente, la mayoría, a la ciudad del Támesis. Sólo Félix Máximo López, músico de la corte de Carlos III, de la corte de Carlos IV y de la de Fernando VII, riguroso coetáneo de Goya (Pastrana 1742-Madrid 1821), inmortalizado en el extraordinario retrato que su hijo Ambrosio encargó a Vicente López, no conoció el exilio entre los compositores del programa de hoy. Todos los demás acabaron en Londres con mayor o menor fortuna, si bien sus vidas se extinguieron en España, salvo en el caso de la prematura muerte de José Melchor Gomis, acaecida en París cuando contaba solamente cuarenta y cinco años.
Esa tensión explicitada en el título es la que presidió posiblemente los últimos veinte años de la vida de Goya. Quizá quiso dejar testimonio de ello, veladamente, casi de forma anecdótica, marcando esa diferencia de visión de la fiesta Nacional que hay entre la Tauromaquia iniciada en el pensamiento del pintor casi con el comienzo del siglo XIX y las litografías de Burdeos.
José Ramón Encinar
Aurelio Viribay, piano
Cuarteto Vocal Europa
- Vanessa García, soprano
- Marta Knörr, mezzosoprano
- Diego Blázquez, tenor
- José Antonio Carril, barítono
Programa
Félix Máximo López (1742-1821)
Variaciones del Fandango español
Mercedes Zavala (1963)
Aún aprendo *
José Melchor Gomis (1791-1836)
La primavera
L’inverno
Mariano Rodríguez de Ledesma (1779-1847)
Seis canciones españolas
- El propósito inútil
- El sueño de mi amor
- O sí o no
- El pescador
- Ya tengo dueño
- Delio a la ausencia de su amada
Fernando Buide (1980)
Disparate alegre *
Santiago de Masarnau (1805-1882)
Trois airs caractéristiques de danses nationales espagnoles, op. 17
- Boleras
- Tirana
- Manchegas
* Estrenos absolutos
De los compositores hoy en programa que vivieron en la época de Goya, sólo Félix Máximo López (Pastrana, 1742 – Madrid, 1821) no conoció el exilio ni voluntario ni forzoso. Fue músico de la Real Capilla en tiempos de Carlos III, de Carlos IV, sobrevivió a José I y finalmente sirvió también en la Real Capilla de Fernando VII. En cambio, dos de sus siete hijos corrieron suerte dispar por culpa de los acontecimientos bélicos; Ambrosio, el mayor, luchó heroicamente en Madrid contra las fuerzas napoleónicas, mientras que Miguel, músico como su hermano, hubo de exiliarse tras la salida del rey José por afrancesado. Su música, más deudora del siglo XVIII que del XIX, es fundamentalmente camerística y religiosa, aunque muchas de sus partituras se extraviaron o deterioraron. Quizá la más ambiciosa, o la más querida por su autor fuese la ópera El disparate o La obra de los locos; prueba de ello es que con esa partitura posó para el extraordinario retrato que su hijo Ambrosio encargó a Vicente López Portaña. Los otros tres compositores, Mariano Ledesma, o Mariano Rodríguez de Ledesma, José Melchor Gomis y Santiago Masarnau, coincidieron en su estadía londinense, triunfal para el primero, menos que discreta para el segundo, que encontraría el éxito al mudarse a París y casi circunstancial para Masarnau.
Mariano Rodríguez de Ledesma (Zaragoza, 1779 – Madrid, 1847) es para el musicólogo Rafael Mitjana (1869-1921) el artífice principal del paso de la música española del neoclasicismo al período romántico. Compositor cuya vida en varios episodios merecería ser popular siquiera por lo pintoresca y azarosa (músico de iglesia, cantante en compañías y teatros de ópera, músico de corte, compositor, extraordinario cantante, maestro de canto), Ledesma residió en varias ocasiones en la urbe londinense, que se rindió a sus pies abriéndole la Royal Academy y los conciertos de la Philarmonic Society en los que actuó como tenor solista en numerosas ocasiones. Ferviente admirador de Mozart, parece que fue Ledesma como director el responsable del estreno en España del Requiem del compositor salzburgués. Maestro de canto de varias figuras de la realeza europea, rechazó puestos de gran importancia, como el de maestro de vocalización en el Conservatorio de París siendo Inspector Gioacchino Rossini o la sucesión a Weber en la corte de Dresde. Editadas en Berlín y en Leipzig, las canciones que hoy escucharemos son buen ejemplo de la obra del aragonés. Asistió al estreno de la Cantata L’Inverno de su compatriota Gomis (Onteniente 1791-París 1836), acaecido en Londres en 1827 con gran éxito para el valenciano, Éste sí, huido de España a raíz de la entrada de los Cien mil hijos de san Luis. No en balde se le considera, quizá sin demasiado fundamento, autor del famoso himno de Riego. Masarnau (Madrid 1805-1882), que debutó como pianista en Londres, donde se encontraba acompañando a su padre, poco grato a la corte de Fernando VII tras el Trienio Liberal por haber sido ferviente seguidor del constitucionalismo. El piano romántico tiene en Masarnau una de sus más genuinas figuras. Hombre de firmes creencias religiosas y enorme bondad (Concepción Arenal dijo en una ocasión que de no haber existido Santiago Masarnau habría que haberlo inventado), los últimos cuarenta años de su vida se entregó a actividades benéficas incluso en detrimento de su propia hacienda, siendo el primer promotor del establecimiento en España de las Conferencias de San Vicente de Paúl.
Junto a las músicas de la época goyesca dos visiones de hoy de ese mundo pictórico. En Disparate alegre Fernando Buide (Santiago de Compostela 1980) imagina la danza que están bailando las tres disparatadas parejas de la plancha goyesca, una danza distorsionada, incongruente, como lo es el mundo reflejado por Goya. Mercedes Zavala (Madrid 1963) en cambio, se fija en "ese anciano de Aún aprendo que es lo opuesto al petimetre, al snob, al acólito, al adulador del poder, es sabiduría en movimiento, impulso hasta el último hálito de vida".
José Ramón Encinar