Concierto de apertura de la programación musical conjunta para el curso 2016-2017 de la Academia y el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Interpretado por la Orquesta Clásica del Conservatorio, bajo la dirección de los pianistas y directores de orquesta Sebastián Mariné y José Gómez, el concierto incorpora la actuación de voces solistas de la Escuela Superior de Canto.
El Real Conservatorio Superior de Música de Madrid tiene como principal objetivo el compromiso con la formación integral de los jóvenes músicos. La misión de realizar conciertos en espacios como la Real Academia es aportar visibilidad a las agrupaciones que, desde las aulas y con magníficos docentes al frente de las mismas, realizan un trabajo de formación y proyección con unas perspectivas basadas en fomentar experiencias de calidad.
Convencidos de que la capacidad de interpretación será mayor cuantas más experiencias artísticas viva el estudiante, el Real Conservatorio incluye en su proyecto pedagógico y artístico la producción de conciertos públicos en importantes escenarios de la Comunidad de Madrid, con el apoyo de distintas instituciones que lo hacen posible, como la Academia. Para potenciar la evolución de los jóvenes músicos dentro del Espacio Europeo de la Educación Superior, se les ofrecen oportunidades de actuar ante la sociedad. En el trabajo musical de conjunto se desarrolla la solidaridad como valor añadido y como resultado del encuentro comprometido con los demás.
La Escuela Superior de Canto es un centro público de enseñanzas superiores cuyo objetivo es la formación de cantantes líricos, especializados en canción de concierto, ópera, zarzuela, oratorio o pedagogía del canto. Su programa incluye las disciplinas necesarias para el futuro desempeño profesional de los egresados. Parte de su actividad formativa consiste en ofrecer al público producciones escénicas o en concierto, para lo cual colabora frecuentemente con el Real Conservatorio.
Programa
Parte I
Director: Sebastián Mariné
Rodolfo Halffter (1900-1987). Obertura festiva, op. 21
Antón García Abril (1933). Canciones y danzas para Dulcinea
- Danza del camino
- Canción de la noche blanca
- Canción de la búsqueda
- Danza del amor soñado
- Canción del encuentro
- Danza de la plenitud
Parte II
Director: José Gómez
Solistas de la Escuela Superior de Canto:
- María Alonso [Trujamán]
- Íñigo Martín [Don Quijote]
- César Gutiérrez [Maese Pedro]
Manuel de Falla (1876-1946). El retablo de Maese Pedro [versión concierto]
- Pregón
- Sinfonía de Maese Pedro
- Cuadro I. Corte de Carlomagno
- Cuadro II. Melisendra
- Cuadro III. El suplicio del Moro
- Cuadro IV. Los Pirineos
- Cuadro V. La Fuga
- Cuadro VI. La Persecución
- Final
Directores
- Sebastián Mariné, José Gómez
Violines
- Diego Pinto, María López, Sergio López, Víctor Salvador, Gala Valladolid, Francisco J. Martínez, Eva Leña, Manuel Uríos, Miriam Hontana, Sergio Morcillo, Andrea Ruiz, Gonzalo de la Lastra, Samuel Sedano, Elisabetta Chica
Violas
- Rebeca García, Cristina Regojo, Helena Ruiz, Helena Reguera, Lourdes Rosales, Daniel Benito
Violonchelos
- Andrés Marabini, Miquela Gayá, Miren Conti, Clara Martínez, Claudia Loyer, Antonio Lorente
Contrabajos
- Alfredo Rolando Fajardo Ramos, Víctor Rafael García Nieto, Ana García Sánchez
Flautas
- Clara Burgos, Lucía Fernández, Irene Goldáraz, Ana Sánchez-Cano, Valentina Martínez, Cristina Ortíz, Jaime Somolinos, Margarita Benítez
Oboes
- Zoila Martínez / Rocío Abenójar, Alicia Cantus, Francisco José Rodríguez Menchén, Roberto Martín Fernández
Clarinetes
- Nerea Cisneros Ruiz, Estíbaliz Sánchez San Andrés, Miguel Manrique Esteban
Fagotes
- Ester Trujillo, Jorge Galán, Juan Calero, Carlos Belda
Trompas
- Sara Ibáñez Rioja, Pedro Caba Aguirre, Jeris Grace Rosado Mitte
Trompetas
- Alejandro Rodríguez, Fátima Segura
Percusión
- Samuel Beluzán Rodríguez, Víctor Gallego Gutiérrez
Clave
- Teresa García
Arpas
- Isabel Domínguez Oliver, Noelia Vidrier Samblás
Información
- Salón de actos de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando
- Alcalá 13, Madrid
- Sábado 26 de noviembre, 12:00 horas
- Entrada gratuita. Aforo limitado
- Acceso por orden de llegada. Se recomienda acudir con suficiente antelación
Organizadores
Cuando Manuel de Falla compone El retablo de Maese Pedro lo hace en un momento histórico bastante inestable. Estrenada el 25 de junio de 1923, en pleno período de entreguerras, fue una obra de encargo de la princesa Edmond de Polignac, una entregada mecenas de las artes cuyo nombre real era Winnaretta Singer, hija del inventor de la máquina de coser. Hija de su tiempo, esta obra supone un esfuerzo al reducir los recursos humanos y económicos en un momento de grandes penurias, cuando las obras de grandes dimensiones ya no tenían cabida a causa de los estragos de la Primera Guerra Mundial. Como sucede con Historia de un soldado de Stravinski, El retablo de Maese Pedro explota los recursos musicales al máximo con los mínimos recursos instrumentales. El retablo es una ópera, pero no es una ópera al uso: se trata de una ópera para marionetas en la que los cantantes se sitúan entre los instrumentos de la orquesta, mientras que el desarrollo de la acción queda en manos de los títeres. Falla explota aquí la idea del meta-teatro, del teatro dentro del teatro. Los tres únicos personajes con partes cantadas (el trujamán, Maese Pedro y don Quijote) son meros espectadores de lo que sucede en el retablo y se limitan a comentar la acción.
La obra coincide también con un momento de gran madurez musical del compositor. Desde sus inicios en el mundo de la lírica componiendo zarzuelas “alimenticias” entre 1901 y 1903 hasta 1919, año en el que compone su Fantasia Baetica, y pasando por todas sus grandes obras (La vida breve, Siete canciones populares españolas, El amor brujo, Noches en los jardines de España), Falla tuvo oportunidad de conocer varios estilos y desarrollar su lenguaje. En cada uno de los tres papeles para los cantantes utiliza un estilo distinto: el trujamán, una declamación similar al recitativo tradicional y que deriva del tipo usado por los pregoneros callejeros; la música de Maese Pedro es más abiertamente popular en su estilo, mientras que el papel de Don Quijote en más lírico, quasi neo-renacentista.
El testigo de la música de Falla lo recogería Rodolfo Halffter (Madrid, 1900-1987), quien se vería impregnado de su estilo en sus primeros años para después elaborar un estilo propio y personal. De formación autodidacta como compositor, estrena Obertura festiva en 1953, compuesta un año antes, bajo la batuta de Luis Herrera de la Fuente a quien está dedicado el manuscrito. La obra se adscribe a una etapa clásica con giros politonales (en el propio comienzo superpone un acorde de Sol mayor en los violines y violas, con otro de La bemol en los contrabajos y los violonchelos), heredera de las composiciones de Stravinski y es la obra que le abriría las puertas a una etapa en la que experimentaría con otras corrientes musicales. Es en ese mismo año cuando Halffter empezaría a explorar las posibilidades de la música dodecafónica y el serialismo en su obra Tres hojas de álbum. Representante de la llamada generación musical del 27, una generación que intentó enlazar la música española con las corrientes vanguardistas europeas, impresionistas o expresionistas, abandonando las vías nacionalistas anteriores. Fue miembro activo del grupo de compositores conocido como Grupo de los Ocho o Grupo de Madrid. De formación completamente autodidacta dio a conocer sus primeras obras junto a su hermano Ernesto. Muy comprometido políticamente, tras la Guerra Civil se instaló en la ciudad de México en calidad de refugiado político. En esta ciudad desarrollaría su etapa musical adulta realizando una importante labor de divulgación y formación. A partir de los años 70 Halffter regresó en varias ocasiones a España recibiendo en 1986 el Premio Nacional de Música.
De una generación posterior, Antón García Abril considera que una obra solo está completa una vez que ha pasado por tres etapas ineludibles: compositor, intérprete y público. Como compositor García Abril se siente un músico español, profundamente, y una de las formas de ser universal es ser auténticamente español. Universal como el Quijote de Cervantes y el ideal femenino de Dulcinea en la que se inspiró para componer esta suite para pequeña orquesta en 1985. Recibió de la Thames Television de Londres el encargo de componer una banda sonora para la serie Monsignor Quixote, basada en la novela homónima de Graham Green y por la que el compositor obtendría en Inglaterra el Music Retailers Associaton Annual Award for Excelence. Posteriormente, la misma productora le encargaría una colección de piezas inspiradas en el mismo tema. Así nacieron las Canciones y danzas para Dulcinea. La obra se compone de tres canciones y tres danzas que el propio García Abril califica de “apunte de ballet” y donde se aúnan el mejor lirismo, bellas y dulces melodías, con la frescura y esencia popular del baile. Para el maestro el elemento más importante que tiene el compositor es el intérprete de sus obras. El compositor de una obra no tiene porqué ser su mejor ejecutor. Siempre es más estimulante la aportación de un intérprete. En la suite Canciones y danzas para Dulcinea, García Abril utiliza una orquesta de dimensiones reducidas con la intencionalidad clara de acercarse a la música de cámara, género por el que día a día ha sentido mayor atracción, para alejar de nuestros oídos cualquier recurso superfluo.
Cuando la obra es escuchada y aceptada por el público Antón García Abril siente que el camino recorrido ha sido un camino compartido. Sus obras son un ofrecimiento que hace a los demás, un deseo de comunicar aquello que ha vivido y ha sentido. Con la Danza del camino nos introduce en el misterio del sentimiento. Nos sitúa en la senda espiritual de un recorrido que nos acerca al amor. La Canción de la noche blanca nos envuelve en el encantamiento de esa visión nocturnal que ofrecen las noches de La Mancha, esas noches en donde parece que el cielo y la tierra se tocan y confunden en una fusión expresiva de azul límpido del cielo con el blanco de las casas y molinos, creando unas visiones fascinantes. El mito de Dulcinea y la idealización del amor tienen cabida en la Canción de la búsqueda y la Danza del amor soñado. En la Canción del encuentro el protagonista es el lenguaje musical poético y la sublimación de ese trascendente momento. Y por fin, con la Danza de la plenitud concluye la suite, expresión y reflejo de la grandeza espiritual que inunda la posesión del amor.
En esta ocasión la trinidad compositor, intérprete y público volverá a existir.
Sofía Merchán / Juan Antonio Díaz