Presentación del disco “Dvořák Songs” interpretado por la mezzosoprano Marta Infante y el pianista Jorge Robaina.
Entre 1874 y 1878, el joven Antonín Dvořák recibió ayudas del gobierno austríaco para componer obras musicales. Era entonces una joven promesa que, habiendo sido criado en Bohemia, no solamente hablaba el alemán, sino que demostraba además tener un profundo conocimiento de la tradición musical centroeuropea. El compositor, con todo, se topó muy pronto con la realidad: en la Viena de aquella época lo que se esperaba de un músico checo era música que sonase a checa, y no a música alemana.
De las obras que escribió en aquellos años (entre ellas, la Serenata para cuerdas en Mi Mayor, el Trío para piano en Sol menor y el Stabat Mater), la que captó la atención de Brahms y los editores fueron sus Dúos moravos. Ello resulta especialmente llamativo si se tiene en cuenta, como ha señalado Michael Beckerman, que el compositor era originario de Bohemia, de modo que la cultura de Moravia le resultaba tan ajena como cualquier otra.
Empezaba así la historia de un olvido selectivo que se ha prolongado durante años: el canon europeo etiquetó a Dvořák como compositor nacionalista checo y autor de varias sinfonías meritorias. Que dejase escritas más de cien canciones, que su inspiración vaya mucho más allá del folklore bohemio y que sea uno de los compositores de ópera más prolíficos de su entorno son cuestiones irrelevantes. Solamente su Rusalka se salva de este olvido. Los esfuerzos de personalidades como Hanslick por reivindicar el europeísmo y el valor intrínseco de Dvořák cayeron en saco roto.
Es comprensible, pues, que de las composiciones que recoge el disco que se presenta, son las Canciones gitanas las que han logrado más notoriedad, pese a la calidad indudable de las demás. A lo largo de todo el siglo XX, esta distorsión en la recepción de la obra Dvořák no hizo más que perpetuarse y amplificarse. Alec Robertson, en un artículo publicado en Music&Letters en 1943, afirmaba que las Canciones gitanas y las Canciones en estilo popular se cuentan entre las mejores páginas del compositor, mientras que Cuatro canciones op. 82 son tildadas sin rubor alguno de “infantiles” y “decepcionantes”. El firmante acababa afeando al compositor que la Chequia que refleja en su música no ofrece un retrato nacional tan vívido como la Noruega que describe Grieg.
Las Canciones gitanas muestran, como indica su nombre, una evidente inspiración del folklore bohemio. Con todo, bajo esta superficie Dvořak se revela ya claramente como un compositor entroncado en la mejor liederística europea. Cuando mi anciana madre me enseñaba a cantar, por ejemplo, muestra un dominio exquisito de la melodía.
Lo mismo puede afirmarse sobre las Canciones en tono popular, que en realidad nos transportan más a los salones de la Europa central decimonónica que a las aldeas checas. Con todo, es en las Cuatro canciones donde se aprecia mejor la huella de los grandes liederistas que lo preceden. Especialmente en la última de las piezas, El río, donde aparece una más que explícita referencia a la canción Gretchen am spinnrade de Schubert.
Las Canciones bíblicas requieren una atención especial, ya que están escritas en los Estados Unidos, cuando el compositor llevaba dos años conociendo una realidad musical completamente distinta. Para poner voz a los Salmos, Dvořak no tiene reparos en usar a fondo los recursos que ha adquirido del lied, y combinarlos con elementos de su propia tradición folklórica, pero también de los espirituales negros que conoció de primera mano durante su estancia al otro lado del Atlántico.
El disco, pues, brinda una oportunidad de dar oídos a unas canciones que parecen haber sido escritas a destiempo: ni en su Bohemia natal, ni en Viena, ni en Estados Unidos era el momento de valorar estas obras de un autor que, antes que checo, quiso ser músico.
Pep Gorgori
En ocasiones nuestros caminos se juntan con personas que formarán parte de nuestro desarrollo vital, como artistas y como seres humanos. El disco que se presenta es el resultado de uno de esos felices encuentros.
Cuando en el año 2004 el Ayuntamiento de Madrid nos contactó para realizar un recital con motivo del centésimo aniversario de la muerte de Antonín Dvořák (1841-1904), ni Marta ni Jorge sabíamos que era el comienzo de una dilatada andadura profesional que nos ha reportado las mayores alegrías de esta profesión. No me refiero a premios, críticas, ni escenarios determinados, todo ello superficialidades muy de agradecer, pero que poco o nada tienen que ver con la verdad artística para un músico, sino al placer de disfrutar de la música con alguien que comparte tus ideales, tus motivaciones y tus exigencias, y sobre todo tu rigurosidad a la hora de trabajar. De alguna manera tenemos experiencias vitales muy parecidas. Jorge se fue de Las Palmas a Viena con quince años, Marta a los dieciocho se fue de Lérida a Ostrava. Jorge vivió allí durante once años y Marta ocho. Nos impregnamos los dos, por nuestra juventud, del “sentir” centroeuropeo, somos prácticamente dos súbditos del Imperio Austrohúngaro. Por esta razón, un mundo como el de Dvořák (y Schubert, Mahler, Brahms, Schumann, Janacek y un largo etcétera) nos es tan cercano. No necesitamos “imaginar” ni el invierno eterno, ni la primavera explosiva, ni los riachuelos, que aparecen en estas canciones, porque los hemos experimentado durante largos años, años que marcan la personalidad. El sonido de las palabras, la entonación de las frases o los ruidos de la naturaleza son propios de cada lugar, y ese conocimiento es impagable a la hora de interpretar a un autor como Dvořák. Cuando hemos ido a Chequia para interpretar este repertorio siempre ha sido como volver a casa. Los elogios recibidos allí y la posibilidad que nos ha brindado Ibs Classical con sus fantásticos medios, tanto materiales como humanos, con Paco y Gloria a la cabeza, nos terminaron de decidir por llevar al disco nuestro trabajo.
Nos hace especial ilusión incluir las Cuatro Canciones op.82, quizás porque de los cuatro ciclos es el menos interpretado, ya que la célebre melodía de la primera de sus canciones, utilizada años más tarde por el compositor para su celebérrimo concierto para violonchelo y orquesta, se escucha raramente en su versión primigenia, ésta que incluye el disco, al haber sido acaparada por los chelistas. Por otro lado, la versión del autor en checo de sus Canciones gitanas op.55 es menos conocida que el original en alemán, pero igual de valiosa.
Esperamos que el placer que nos produce interpretar este repertorio pueda ser compartido por los que disfruten el disco.
Jorge Robaina y Marta Infante
Presentación
José Luis García del Busto, musicólogo, Real Academia de Bellas Artes
Francisco Moya, Ibs Classical
Marta Infante, intérprete del disco
Jorge Robaina, intérprete del disco
Concierto
Marta Infante, mezzosoprano
Jorge Robaina, piano
Antonín Dvořák (1841-1904)
- Selección de Canciones
Información
- Salón de Actos
- Viernes 6 de abril, 12:00 horas
- Entrada libre y gratuita hasta completar aforo